Los dos archipiélagos

Conquistadas las Indias, las Canarias no perdieron su identidad, ni los canarios sus costumbres. Siguieron yendo de cabalgada a Berbería, "contra los moros enemigos", capturando negros en el Cabo Bojador, a 90 leguas del puerto de Isletas, en el que se formaban las armadas de primavera y otoño. En 1518, Luis de Aday participó en la segunda, con la carabela Santa Cruz, arrendada en 36 doblas canarias al mes, por escritura firmada en Villa Real de las Palmas. Corrió el arriendo desde el día en que empezaron a ensebar el casco, hasta la entrada en puerto, al regreso. El propietario navegaba como maestre, poniendo cuatro marineros, mozo, sal, agua, leña y sebo, al "uso de mareantes", con obligación de cargar los pasajeros, caballos y mercancías, que Aday embarcase, mojando en las radas que señalase, de no haberlas cerrado la corona. Aday aportó piloto, según costumbre, por no ser llevado donde no quería ir. Contratado en Gran Canaria, percibió 3.000 maravedís mensuales, a más de la comida y bebida, que se consumiese en viaje, de duración indefinida, pues terminaba completada la carga del navío. En la misma armada, pero en 1519, navegó la "Nazaret", arrendada por Juan Bartolomé, en el puerto de Isletas, por 35 doblas mensuales, para ir a Berbería, “contra los moros enemigos de la fe" . El propietario, portugués de Tavira, la dio  “aparejada” con bote para bajar a tierra, advirtiendo que no entraría en puerto del rey de Portugal, ni aceptaría piloto que no fuese “suficiente”.

Más atento Portugal al control del comercio que a la posesión material de la tierra y sumisión de los naturales, los reyes sucesivos mantuvieron buenas relaciones con diferentes Xarifes, recibiendo una forma de vasallaje voluntario, que no interfería a la autoridad del rey de Fez. Autorizada la corona a tener factorías, a cambio de protección y abastecimiento de grano, los oficiales se abstenían de inmiscuirse en política interna o religión, limitándose a trocar, civilizadamente, paños y otros productos con demanda, por esclavos, oro, cueros y especies. Habitual que castellanos "salteasen" en las costas de la "conquista" portuguesa, barcos de armada cumplían el deber de amparo, apresando a los que sorprendían. Juzgados en Lisboa, los tripulantes eran abandonándoles en islas tan perdidas, que pocos lograron regresar. Dolidos los canarios por el castigo y el riesgo, Antonio Súarez Gallinato, regidor de Tenerife, en nombre de sus paisanos, pidió a Carlos V que restableciese las "cartas de marca y represalia", permitiendo vengar en cualquier portugués, el daño causado a castellano. Mientras estuvieron vigentes, se tomaron la justicia por su mano, manteniendo a raya a los de Portugal. Pero suprimidas y perseguido el castellano, que capturase navío ajeno, los canarios quedaron indefensos y tan amedrentados, que no se atrevían a capturar “moro” ni pescar en aguas de Bebería, habiéndolo hecho desde que las islas se poblaron de cristianos. Con guerras sobradas en curso, el Emperador se abstuvo de adquirirla suplementaria, ordenando pesquisa que pospuso la respuesta sine die.

El Católico justificó el "descubrimiento", introduciendo en las Canarias el sistema fiscal castellano. Carlos V lo hizo diluyendo las Canarias, en las Indias colombinas. Restablecido el quinto en 1525, Juan de Aguirre, regidor de Tenerife, se enteró al regreso de cabalgada de 8 meses, con carga de negros y negras. Superior el impuesto a lo acostumbrado, incitó a los armadores a presentar protesta colectiva, exigiendo al Emperador volver a lo antiguo, con devolución de lo cobrado por quinto, en los últimos seis meses. Absurdo arriesgar programa político de alcance, que se impondría con el paso del tiempo, el Emperador, demostró habilidad, rodeando el problema, sin desdecirse. Hizo de todo derecho la presas, Supera en lo inmediato las aspiraciones de los demandantes, hizo francas de todo derecho las presas, que hiciesen los canarios, yendo de armada, a "la parte de Berbería" , por "el tiempo de su voluntad", so pretexto de que "guardaban la mar de moros y turcos ". Firmada la provisión en 1526, año en que Santa Cruz de la Mar Pequeña , salió de la historia oficial, el regidor Cristóbal de Valcaçer, animado por la fácil victoria, pidió licencia para “armar” contra "moros y franceses", con el fin de vengar “vejaciones”, que los canarios tenían pendientes. Concedida en julio de 1528, por el tiempo que durase la guerra con Francia, el Emperador eximió a los vasallos de pagar derechos, por las presas que hiciesen en Berbería, en mar o en tierra. incluido el quinto del Almirante Mayor de Castilla, Recibida la provisión en Tenerife, Luis de Aday, en nombre de los que iban de armada, "contra" los moros de Berbería, pidió que fuese pregonada en San Cristóbal. Se hizo el 1º de mayo de 1529, en la plaza de San Miguel de los Ángeles.

Terminada la guerra en el otoño de 1532, los portugueses residentes en la villa del Cabo de Aguer, en el África de Portugal, mandaron aviso a Tenerife de armada de moros y turcos, preparada en Mesa, para saquear la isla. Verificada la noticia, los isleños pidieron permiso al rey para pagar guardas que vigilasen la mar, de mayo a finales de agosto, a cuenta de los propios. Les fue concedido por estar la isla cerca de África y “otros” lugares de moros, a más de padecer a los turcos, conquistadores recientes del reino de Tremecén, representando riesgo añadido los muchos moriscos, libres y esclavos, residentes en Canarias. Frecuente que robasen barcos, asesinado a los guardas, para regresar a tierra de infieles, era de temer que de asomar "moros", debidamente pertrechados, se pasasen al enemigo.

El Emperador declaró al indio vasallo a parte entera, mostrándose consecuente. En 1550 prohibió las "cabalgadas" en las Indias de Castilla y Portugal, consintiéndolas contra los que permaneciesen fieles al Xarife. Manteniendo la política de impedir que las provincias americanas, comunicasen entre sí, temiendo que de hacerse autosuficientes, prosperarían los movimientos secesionistas, iniciados en Perú, estructuró el sistema, se manera que los productos de Tenerife, quedaron sin salida. Protestaron los vecinos, consiguiendo licencia, en 1556, para vender "frutos de la tierra" en Indias. Disparada la emigración, por deslumbrar la imagen excepcional del indiano triunfante, analfabeto y rico, se obligó al navegante a depositar 5.000 ducados de fianza, como garantía de regreso. Los barcos de Canaria debían incorporarse a las flotas a su paso por las islas, regresando en su compañía hasta Sevilla, para pagar quinto y avería en la Casa de la Contratación, no pudiendo llevar pasajeros,.

En 1564, Felipe II entregó el gobierno de las Canarias a oficiales de la Casa de Contratación, cargando a los vecinos con la mitad de los salarios, percibidos por los indeseados gobernantes. Tras dos años de experiencia, se prohibió a los canarios embarcar extranjeros en sus navíos, porque a más de quedarse en Indias, servían de agentes a los corsarios, dedicados al contrabando y al corso. La suma de trabas legales encareció la inmigración clandestina, sin erradicarla. Los extranjeros pagaron el pasaje con generosidad, embarcando como cargadores. Descubierto el truco, se prohibió llevar hombres de la cuerda, salvo de tener por destino costa, conocida como desierta. No deseando el rey de Portugal aluvión de inmigrantes, pidió que la medida se ampliase a los canarios, que "rescataban" en Cabo Verde y Brasil.

La escala de las flotas en Canarias, hasta entonces discrecional, se hizo obligatoria, quedando a cargo de los jueces de la Contratación, que gobernaban las islas, registro concienzudo de los navíos de ida y vuelta, para secuestrar mercancías no declaradas y desembarcar polizones. Rentables los cautivos de "rescate", pues las familias pagaban sobreprecio, los canarios se dieron al rapto. Extendida la actividad y ofuscados los inquisidores, por ser muchos los cristianos que se pasaban al Islam, pero raro el "elche" o musulmán, convertido al cristianismo, acusaron a los tratantes de no consentir conversiones, por no perder el rescate. Esgrimiendo el peregrino argumento, el Santo Oficio obligó a tocar en Gran Canaria al navío, que llevase esclavos de rescate de regreso, con el fin de examinarles en cuestiones de fe, antes de ser restituidos a tierra de infieles. En 1567 Agustín de Herrera, señor de Lanzarote y Fuerteventura, profesional de la trata, protestó en nombre propio y de sus vasallos. Ocupación de los cristianos la captura de "moros", desde que poblaron las islas, pues estaban a 12 horas de Berbería, pasar por Gran Canaria implicaba hacer "mucho camino", en mar peligroso ."Paso principal" a las Indias, las aguas estaban “llenas” de corsarios, riesgo al que se sumaba la parsimonia de los inquisidores. Retenidos en Gran Canaria, el cambio de tiempo hacía imposible el viaje a Berbería, pasando la fecha de entrega del cautivo y enfriándose los familiares, que recortaban la suma estipulada, o se negasen a pagar. Probando que sabía manejar la razón, Herrera señaló que siendo los cautivos adultos, dotados de criterio, al no faltar clérigos en sus islas, empeñados en convertir, de querer hacerse cristianos hubiesen recibido el bautismo, sin necesidad ser sometidos a desagradable viaje.

En 1571 Alonso de Guzmán, llegado a la mayoría de edad, retomó el proyecto de Tenerife, abandonado en 1558, a la muerte del abuelo. Apoderado Juan de Gordejuela, regidor de la Isla de Palma, visitó la heredad entre los ríos Abona y Abades, con cabida de 12 a 14 leguas cuadradas. Numerosas las fuentes, buena la tierra, al estar abandonada, había sido ocupada, lo que obligó a pleitear para recuperarla. Prosperó la demanda y se redactó el proyecto. Se haría ingenio poniendo regadío y cañaverales. Complicada la explotación directa, a causa de la distancia, la tierra se dividiría en suertes, a repartir a censo. Conveniente que los labradores residiesen en las inmediaciones de la heredad, se haría población, dotaba de iglesia, que llevaría el nombre de Nueva Sanlúcar, recibiendo los pobladores recibirían lote de tierra complementario, para poner frutales y viñas. El suelo de menor calidad se destinó a dehesas comunes o de propios, destinadas al ganado.

Aspirante Felipe II al trono de Portugal, del que le separaba un joven por casar, voluntarioso, animoso y descerebrado, el monarca dio los primeros pasos, complaciendo al rey D. Sebastián, para ganar su confianza, a la espera de situación, que le permitiese ofrecerle consejo envenenado, susceptible de hacerle perder el trono. Queriendo evitar desagradables saltos de castellanos, en la conquista portuguesa, el Austria prohibió, en 1572, las cabalgadas a Guinea, esgrimiendo por argumento el deseo de proteger a unos vasallos, que se jugaban la vida,  "por codicia de traer algunos moros". Publicada la pragmática en San Cristóbal, levantó clamores en Gran Canaria. Los soportó el rey impávido, con desagradable anexo de reducción de las reales rentas, hasta que en enero de 1579, propietario virtual del trono de Lisboa, consideró oportuno suspender el sacrificio. Esgrimiendo a enésima queja de regidor de la "Isla de Canaria" , admitió que la falta de moros y negros, tenía perdidas las viñas y parados los ingenios. Tras admitir que la captura de "azanegues y alárabes" , no entrañaba "riesgo ni escándalo", pues al carecer de armas y barcos, no podían defenderse, a más de apacentar ganados en pastos cercanos a la costa, costumbre que facilitaba la captura, los vecinos de Gran Canaria fueron autorizados a "saltar" dos veces al año, "de San Bartolomé abajo" , tierra de moros no incluida en la conquista de Portugal, cuyos naturales no obedecían al Xarife, al que no convenía irritar, porque teniendo en su poder al rey D. Sebastián de Portugal, podría vengarse poniendo en circulación al supuesto difunto, desaparecido en 1578, en la batalla de Alcázarquivir.

Sometida la Península y las dos "conquistas" de Indias a un mismo rey, las flotas de 1582 fueron dispersadas al regreso, no sabemos si por de la tormenta o los corsarios. Cargada la plata de Nueva España en La Gallega, vino a parar a la Madeira, que Gomera o Hierro para los castellanos. Estando el marqués de Santa Cruz en San Miguel, a 8 días de camino, Alonso de Guzmán aconsejó que fuese a recogerla, advirtiendo que el regreso se prolongaría un mes, por ser obligado "tomar altura”, para buscar la "vía" de España. En primavera los barcos de Holanda salieron a la mar. Al correr que Francia e Inglaterra preparaban armada, Felipe II se inquietó: "siendo la isla de Madera de la importancia que es" , por estar en la ruta de Indias, el Conde de Lanzarote pasaría el verano en Funchal o en otra fortaleza, con 250 o 300 canarios, quedando en su isla 25 soldados de leva, procedentes de Andalucía.

No pudo impedir Felipe II que los del Algarbe portugués, viajasen a las "Islas" y Cabo Verde, llevando "frutos de la tierra" en embarcaciones menores. Linderas las islas con Indias, eran muchos los que entraban, clandestinamente por mantener Felipe II cerradas las Indias, a los vasallos de Portugal, instalándose sin licencia Al no haber solución, pues los castellanos corrían la conquista de Portugal, a la caza de esclavos, la cuestión quedó en suspenso, hasta que en 1589 el rey remodeló la administración de las Canarias, en la esperanza de impedir la inmigración clandestina y el contrabando. Recordando que el archipiélago fue reino, nombró regente con residencia en Gran Canaria, autoridad simbólica, pues el gobernador continuó al frente de las "islas".

En 1591 se anunció visita de Morato Arraez, corsario argelino, cuyo nombre ocultó en ocasiones a Drake y al Prior de Ocrato, cuya actividad en las costas americanas permaneció secreta, por no querer publicar Felipe II, el rechazo de los portugueses. Obligado a poner a resguardo las Canarias e islas del entorno, pues de ocuparlas enemigos, quedarían interrumpidas las comunicaciones con Indias, el gobernador recibió orden de preparar la defensa. Sincerándose en carta privada, erró al decir que los enemigos de la corona, frecuentaban las islas desde hacía 26 años, pues lo hacían desde tiempo inmemorial. Habituales de las Indias y Bebería, los holandeses hacían aguaje con regularidad, pagando leña y bastimentos con paños a la ida y oro al regreso, intercambio del que no informó a la corte, por ser fuente de ingresos primordial para la población, estar prohibido y no estar en su mano oponerse. De cambiar los visitantes de humor, dejando de portarse educadamente, podrían ocupar las islas, sin tropezar con oposición. Reducida la guarnición a 60 hombres, sin artillería, inútil de haberla, pues no quedaba grano de pólvora, el gobernador habría de vérselas con un alcaide de Santa Cruz, "muchacho" inexperto, tan inútil como el corregidor, anciano e inválido.

Perdida en 1594 la segunda Invencible, en nuevo intento de conquista de Inglaterra, dirigido por el Adelantado, en 1595 Drake se presentó en aguas la isla de Santa Catalina, frente a Palma. Se dijo que robaría las flotas a "la vuelta" de Madeira y lo hizo, mientras Cumberland ocupaba Puerto Rico, obteniendo sustancioso "rescate", a cambio de abandonar la ciudad ,sin hacer daño. A Raleigh le correspondió Trinidad, siguiendo Drake, el mejor marino de su tiempo, según Alonso de Guzmán, a Portobelo. De no haber muerto en la rada, víctima de disentería, es probable que los temores del Austria, obsesionado por la idea de que el enemigo partiese las Indias por el istmo, se hubiesen hecho realidad.

24.1.1610 Canarias. Moriscos

Sospechando que los navegantes canarios procuraban no coincidir con las flotas, para poder comerciar en libertad con los corsarios, Felipe II prohibió que zarpasen de las islas barcos "sueltos", enredándose en prueba de fuerza, de la que salió mal parada la real autoridad, pues fue desobedecido con reiteración. En 1599, primer año del reinando Felipe III, los holandeses ocuparon Gran Canaria. Hábiles, arremetieron contra las jerarquías civiles y eclesiásticas, haciéndose populares al respetar al pueblo llano, en sus personas y pertenencias. En buenas relaciones con la población, hubiesen podido permanecer indefinidamente en la isla, pero la abandonaron por su pie, sin causa conocida que les forzase. Disimulando su debilidad, Felipe III culpabilizó a los canarios, acusándoles de haber sacado en cajas de azúcar y confitura unas armas, que nunca tuvieron, para venderlas a los moros.

En 1603, los de Tenerife pidieron licencia para "saltar" dos veces al año en Berbería. Estando permitido a los de Gran Canaria, alegando agravio comparativo. Rica la isla, mientras hubo abundancia de esclavos, al faltar quedó la tierra en barbecho, perdiéndose la caña, por ser los negros de Guinea “muy caros" y "los vecinos pobres" . No probable que obtuviesen respuesta, pues por entonces Rodríguez Coutiño, asentista oficial de la corona, monopolizaba la introducción de negros en Indias, el derecho a saltar en Guinea y cargar en los depósitos.

Expulsados los primeros moriscos de Valencia, en 1609, conversos gaditanos se adelantaron a los reales deseos. Recordando el calvario que padecieron los judíos en 1492, contrataron barcos de franceses, para pasar a Berbería. Habiendo salido del reino sin licencia ni aguardar orden de expulsión, mandó aviso a las Canarias, para que no fuesen admitidos, caso de aparecer. Próximas las islas a tierra de moros, la presencia de los huidos implicaba riesgo suplementario. De haber estado aquellas Canarias, donde se encuentran las actuales y la referida Berbería en el actual Marruecos, el paso por el archipiélago, hubiese sido absurdo.

La apropiación de la corona portuguesa por el rey de las Españas, el matrimonio de Miguel de Portugal, primogénito del Prior de Ocrato, con hija de Mauricio de Nasseau, favoreció la penetración en Indias de los holandeses y sus aliados, franceses e ingleses, al darles fuerza moral, para asentarse en la conquista de Portugal. Dueños del Caribe, los mares de España se hicieron peligrosos para los navíos de los Austrias, en un tiempo en que el gremio de mercaderes andaluces, se arruinaba a ojos vista, a causa de los abusos de la Casa de Contratación. Grave la situación, en 1607 faltaron barcos para formar las flotas. Suspendidas, los canarios fueron a Indias por su cuenta. Imposible castigarlos, por tener razón sobrada y no estar la situación de excitar los ánimos, el rey comprendió que legislar en el absurdo, contra el interés común, desprestigiaba al sistema, por excitar la desobediencia civil. Plegándose a lo posible, Felipe III cambió de pie. En 1612 ordenó que los navíos de canarios, con destino a  Nueva España, se pusiesen “a la colla” el 1º de mayo. De no aparecer la flota, podrían hacerse a la mar, del 20 al 30 de julio. Los de Tierra Firme, lo harían "en las primeras aguas de agosto", emprendiendo el viaje, de no asomar las flotas, entre el 20 y 30 de diciembre. Oneroso regresar a Sevilla, para registrar las mercancías en la Casa de Contratación, al ser cada vez más raro que los canarios coincidiesen con las flotas, en 1626 se agregó barco de Canarias a la de Nueva España, que tomaba la ruta del norte. Atestada la mar de corsarios, mercaderes fondeados en Sanlúcar, con intención de ir a Canarias, hubieron de navegar en flota, prestándose mutuamente protección, hasta llegar a las islas.

En 1644 Felipe IV quiso acabar con las relaciones entre los canarios y corsarios, prohibiéndoles acercarse a Indias y las Islas de Barlovento. La desobediencia fue tan evidente, que rectificó en 1649, autorizando a las Canarias, exportación de 700 toneladas de "frutos de la tierra" a Indias. Repartidas, tocaron 400 a Tenerife, 200 a Palma y 100 a Gran Canaria, por entonces la más pobre y reducida de las "islas", no tardando en ser ampliada la "permisión” a 1.000 toneladas, correspondiendo 600 a Tenerife, a repartir en tres barcos de 200, 300 a Palma y 100 a Gran Canaria. Autorizados liquidar en las islas los derechos de almojarifazgo, de especies y corambre, únicamente lo que rescatasen oro, plata, esmeraldas o perlas, tendrían que alargarse a puerto peninsular, en el que estuviese asentada la Casa de la Contratación.

Surcadas por ríos caudalosos, abundantes en fuentes, las Canarias exportaron halcones, conservas de frutas, en especial durazno, vino malvasía, azúcar, miel o melaza, añil, palo de rosa, y hasta finales del XV, múrices y orchilla. En 1572, Pedro Salinas celebraba la calidad de las maderas de Canarias, que no criaba "mil sabandijas", como las de España. Se destinaba a vigas de molinos, prensas y ruedas, cargándola la flota de Nueva España en La Habana, mientras esperaba a los barcos de Tierra Firme, para emprender el regreso. Cerrados los puertos del Xarife y la conquista de Portugal a los barcos de Castilla, el aguaje se hacía en la Deseada, isla de caribes donde se separaban las flotas a las ida, de navegar juntas. Adquirida La Mamora por Felipe III en 1614, sería el puerto más cercano a la península, en términos de distancia – tiempo, de los que tenía el rey en Berbería. En el siglo XVIII Antonio de Ulloa, en ruta hacia Tierra Firme, pasó "al través" de las Canarias, pero no “al través” de las Antillas.

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