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1480 Febrero 4 Conquista Gran Canaria. P. de Vera |
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1480 abril 13 Orden a Vera de buscar al canario Moxica |
Perdida la armada de 1478 y la guerra de Guinea, los Católicos firmaron la Paz de Alcaçobas, en septiembre de 1479, aceptando la corona de Castilla, por primera vez, el reparto del reino de Fez, decretado por el Papa Martín V. Quedó a los Católicos la conquista de Granada, con Lanzarote, Palma, Fuerteventura, Gomera, Hierro, Graciosa, Gran Canaria, Tenerife y las islas “comarcanas”, ganadas y por ganar. Ambiciosa de victorias, Isabel relanzó la conquista de Gran Canaria, adaptando la bula de 1478, para acopiar fondos. Suprimidos los topónimos "Guinea" y "Portugal", las indulgencias beneficiaron al que prestase su óbolo, a la tarea de convertir a unos canarios, que el Obispo de Rubico declaró cristianizados, en 1477. Los puristas pusieron el grito en el cielo, alegando falsedad y fraude económico, por parte de los administradores. Suspendida la venta de la bula por el Nuncio, al enterarse de que los canarios continuaban siendo "infieles", es decir musulmanes, ordenó reparto anual y adquisición obligada de gracias espirituales, en tanto las islas no fuesen “reducidas” a “nuestra santa fe”, quedando bautizado "por fuerza de armas", hasta el último canario.
Necesario capitán que a más de dominar la "rebeldía" de los “infieles”, empeñados en creer como les daba la gana, metiese en cintura a los díscolos castellanos, los Reyes Católicos se fijaron en el jerezano Pedro de Vera. Caballero veinticuatro de la ciudad. Alcaide de Jimena por Beltrán de la Cueva, corrió la tierra contra Alfonso XII, pasando al servicio del marqués de Cádiz, también enriqueño. Como alcaide de Arcos, tomó Puerto de Sta. María al duque de Medina Celi y Medina Sidonia al Guzmán, con muerte del alcaide Basurto, mutándose en isabelino con su señor. Dotado de la crueldad, eficacia y disciplina, que convenían al cargo, a 4 de febrero de 1480, fue designado conquistador de la "Isla" de la Gran Canaria
Según la historia oficial, uso, Vera fue elegido por estar en Gran Canaria, desterrado por la muerte del alcaide, por la que no podía ser castigado, pues se produjo en el curso de la guerra de Isabel la Católica, contra su hermano, Enrique IV. En verdad, Pedro de Vera recibió el nombramiento, en su casa de Jerez. Reuniendo en su persona las funciones de gobernador, alcaide, capitán mayor y corregidor, los justicias le entregarían las varas y Algaba la fortaleza. Investido de toda la autoridad, iniciaría “inquisición”. Descubiertos los culpables de los alborotos, juzgados y condenados sin apelación, Vera aplicaría y ejecutaría las penas de destierro y muerte, que mejor le pareciese. Restablecido el orden, eliminados los díscolos, expropiadas las varas de justicia, adquiridas por compra, con exclusión de las concedidas o vendidas por la Corona, retiradas las obtenidas por otra vía, formaría nuevo cabildo, creando los cargo perpetuos que le pareciesen. Preceptivo que el notario público y escribano de cámara tuviese grado de bachiller, llevó nombramiento firmado en blanco, dando al titular jurisdicción en las Canarias mayores, sus mares y puertos. Reestructurado el cabildo, organizada la milicia, continuaría la conquista sin interrupciones, hasta “sojuzgar” la Isla, Palma y Tenerife, igualmente en "poder de infieles", enemigos de “nuestra santa fe católica”.
Siendo la instalación de población castellana, medio de consolidar la posesión, para que los "conquistadores" tuviesen “más ganas”, de permanecer en Gran Canaria, repartiría solares y haciendas, de calidad y extensión, proporcional a la categoría social, méritos y capacidad de trabajo del destinatario, dando. al sevillano Juan de Lugo, prestamista de la corona hasta el final de las operaciones, heredamiento acorde al servicio prestado, con carácter de bien no embargable, transmisible a los sucesivos compradores, como territorio ganado los moros. Con destino a los 3.000 hombres aproximados, que quedaban en la isla, embarcó 450 cahíces de trigo, 220 de cebada y el bizcocho que pudo encontrar. Le ordenó la reina que contratase, en Sevilla, 100 ballesteros "de monte" escogidos, concertando salario a pagar al término de la "conquista", con cargo al botín, siendo la deuda freno, que redujese las deserciones. Conocido Pedro de Vera por sus desmanes, apenas se supo en las islas, que sería gobernados, mercaderes vecinos de Gomera pidieron real seguro, que les protegiese frente a su persona, otorgado en el mismo febrero de 1480, en que se expidió el nombramiento.
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1480 Abril 30 Nombramiento de Moxica |
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1480 Abril 15 Heredad para Juan de Lugo, acreedor del rey |
Entretanto, el desorden continuaba en Gran Canaria. Intrigante Juan de Lugo, asociado temporalmente en la explotación de la orchilla con Pedro de la Algaba, acepto colaborar en la eliminación del Gobernador, sin ruido ni escándalo. Cuenta Palencia que Lugo mandó bergantín cargado de víveres, a Esteban Pérez Cabitos, al que presenta como gobernador, siendo alcalde mayor de Gran Canaria, para repartid entre los necesitados, al mando de Pedro Carper. Enterado Pedro de Vera, mandó secuestrar el barco. Se ocupó Juan Boscán, zarpando de Junonia en plena tormenta, "y casi como un naufrago, durante quince días y otras tantas noches navegó, para dejar en la isla a los otros marinos y él apoderarse del bergantín, de las armas, ajuares y vestidos de sus compañeros" . Manejando velas y timón, sólo en la borrasca, vino a dar en playa de Haro, en Portugal, donde embarcó a Juan Rejón en secreto con 34 hombres, víveres y un caballo, zarpando a 23 de abril de 1480 de la península de San Pedro, rumbo las Islas Afortunadas.
En torno al dos de mayo, fondeó en rada discreta. Esteban Pérez, que estaba advertido, subió a bordo para hablar con Rejón, oculto en la bodega con los soldados, para que no pudiesen verlos desde la playa. Se publico la buena nueva de entraban provisiones, aguardando Rejón la noche, cerrada y sin luna, para bajar a tierra con sus hombres. Los soldados pasaron a la casa de Cabitos, embocándose Rejón en la de un amigo. Al día siguiente, que era el de la Santa Cruz, se emboscó en las inmediaciones de la iglesia de Sta. Ana, esperando que acudiesen Pedro de la Algaba, el deán Bermúdez y demás autoridades, por ser día de fiesta. Corrió entre la gente de Algaba que Juan Rejón estaba en la villa. Enterado Alonso de Lugo, primo hermano de Juan de Lugo, salió en busca de armas, con su amigo Fox Hoces.
Temiendo los peor, Juan Rejón se metió en la iglesia con siete soldados, poniéndose a rezar, encontrándole el deán y Pedro de la Algaba en esta posición. No reaccionó el gobernador, acercándose Bermudez sonriente, por esta en la conjura, pues Rejón se amparó de Algaba. Lo llevaban a casa de Cabitos, donde estaría en seguridad, cuando les cerrado el paso Alonso de Lugo y Fox Hoces. Tiraron de armas, rindiéndose Lugo al caer Hoces mortalmente herido. Encerrado Algaba, Rejón fue en busca de Juan Bermúdez, que se había escurrido. Le defendieron sus amigos, siendo suficiente un muerto, para que se rindiese la fortaleza, en la que quedó encerrado Algaba. Sus seguidores, cargados de cadenas, fueron embarcados rumbo a la isla de Ombrio. No llegó lejos la nave. Las suplicas de esposas e hijos ablandaron a Rejón, que la hizo regresar a Gran Canaria, repartiéndolos entre Junonia y Pluvialia, con autorización de marchar donde quisiesen. Procesado Pedro de la Algaba, diecisiete días más tarde era ejecutado.
Habiendo sido liberada la esposa de jefe canario, que Algaba tenía prisionera, los naturales hicieron la paz, dejando de quemar los campos, permitiendo a los españoles recoger las "mieses". Desbrozado el escenario, los hombres de la situación anterior, se prepararon a recibir a Pedro de Vera. Enterado de que traía 100 saeteros, a los 240 soldados de a pie y 40 jinetes que tenía, sumó 100 reclutas, acopiados en las islas de cristianos más próximas. Fortificada la torre mando cartas al rey, en la esperanza de no ser relevado. Hombre de mala fe el maestre del navío, prolongó hasta 70 días en travesía, que requería 12, arribó a España dos día después de haber zapado Pedro de Vera. Enterado el rey de la actitud de Rejón, escribió a Gran Canaria, ordenando que hubiese concordia entre las cabezas.
Juan de Lugo, lógicamente preocupado, pues asoció a Pedro de la Algaba, en el negocio de la orchilla, mediado abril le denunció, en nombre propio y Gonzalo de Cárdenas, titular de la concesión, juntamente con el Deán Bermúdez y el alcalde mayor, Esteban Pérez Cabitos, acusándoles de haber consentido vender y sacar orchilla, contra su voluntad y del Comendador, rompiedo el monopolio, en perjuicio de sus derechos.
Al no tener sitio esta conquista de Canarias en la historia oficial, los cronistas la disimulan, reconstruyéndola a su manera. Seguían Pulgar, la Canaria Grande hubiese sido "difícil de ganar", de no acudir uno de los dos príncipes locales, en ayuda de los castellanos. Remitido por Vera a Castilla, con esposa y séquito, desembarcado fue en busca de la corte, que se encontrándola en Madrid. Debidamente agasajado y deslumbrado, fue restituido a su lugar de origen, para continuar sirviendo en la guerra. Bernáldez recoge el relato, nominando a los príncipes. Débil Galdar, encontró en los castellanos el aliado, que le permitió vengarse del poderoso Telde. Legendarios ambos, su leyenda esconde un fondo de verdad, en este caso en forma de canario documentado, llamado Michel de Moxica. “Pardo” de tez, es decir negro, ciudadano del común, ofreció su colaboración a los castellanos. Ayunos los elegidos en política y diplomacia e incapaces de intuir la rentabilidad del gesto, sumaron la persona de Moxica a cargamento de esclavos. Desembarcado, fue comprado por vecino de Jerez. Enterado Esteban Pérez Cabitos, alcalde mayor en Gran Canaria, hizo llegar la noticia a los reyes. Maestros los Católicos en publicidad, estando Pedro de Vera aún en Jerez, el 14 de abril de 1480 le ordenaron buscar al tal Moxica. Averiguada la veracidad de la historia, lo secuestraría de inmediato, mandándolo a la corte, informando al propietario de que podría reclamar al vendedor, lo que pagó por el esclavo.
El presunto salvaje se reveló alfabetizado, políglota y honrado, virtud rara en Castilla. Acordando aprovecharle, los Católicos le trataron de "nuestro criado", nombrándole recaudador de botín, quintos, parias y derechos, obtenidos en el curso de la conquista; administrador de los socorros destinados a Gran Canaria; pagador de la tropa y encargado de los libros de cuentas, advirtiendo que las libranzas en las que no apareciese su firma, no tendrían validez. Conquistadas las islas, sería repartidor de heredades. Enmendando desafueros, cometidos en repartimientos anteriores, quitaría la tierra que se dio a los ausentes, para darla a los que participaron en la conquista. Conservando Pedro de Vera su condición de capitán de guerra, en cuestiones de paz y económicas, Moxica tuvo la última palabra y la autoridad.
La armada de Vera zarpó del puerto de Alventos, como la de Rejón. Según Palencia el 8 de julio de 1480. Restablecido el orden en Villa Real, reanudó la conquista, padeciendo otra vez los castellanos “penalidades” sin cuento, al decir de los cronistas, por llegar los socorros tarde, mal o nunca. Conquistadas Tedler, Galdar y otros "muchos pueblos", a finales de año Gran Canaria quedó debidamente sometida. Juan de Lugo no recuperó un maravedí, pediendo la orchilla Gran Canaria y las islas de Tenerife y Palma, aún por conquistar, pues deja de apareces junto al Comendador Mayor de León, Gutierre de Cárdenas.
Alonso Fernández de Lugo participó en la conquista, recibiendo cañaveral e ingenio, en el repartimiento de Gran Canaria. Pulgar no le menciona, pero Bernáldez le presta papel relevante en batalla, que llama de Ventegay. Atacado Tedler con ayuda de Galdar, los honderos emboscados en los riscos, causaron 200 bajas en las filas de Vera, haciendo retroceder a los castellanos, que a la puesta de sol negociaron tregua. Hombres de palabra los naturales, creyendo a los intrusos de su condición dormían, descuidados en sus alturas, sin sospechar que Vera, atendiendo consejo de Fernández de Lugo, trepaba sigilosamente por la montaña seguido de sus hombres, para atacarles con nocturnidad y alevosía. Muerto Tedle a manos de Galdar, su pueblo se rindió, dando vasallaje a la Católica, para dejarse bautizar por enésima vez.
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1491 Febrero 21 Juana Canaria cuenta la conquista |
1480 Diciembre 12 Galeotes de la behetrías |
Calla Bernáldez la relación de bajas, pero señala que en la jornada perdió la vida Michel de Muxia, al que presenta como capitán y vizcaíno, liquidando al incómodo personaje sin salirse del guión. Pero Moxica no murió en esa guerra. El 12 de diciembre de 1480, Isabel concedió "omecillo" o perdón de culpa y pena, a los delincuentes de las Cuatro Villas y la Merindad de Trasmiera, que sirviesen en la conquista de Gran Canaria , “en poder infieles” , corriendo con el gasto de su persona y armas, por espacio de 6 meses, a contar desde el día en que se presentasen ante Michel de Moxica. Sirvieron en la Tenerife, pues antes de terminar el año, Fernando de Cabrera, receptor general en Gran de Canaria, rindió cuentas a Moxica, de lo gastado en la conquista de la isla, quizá resuelta por vía de vasallaje, sin mediar batallas. Años más tarde el canario Juan Manuel, recordó a los Católicos que los canarios no podían ser reducidos a esclavitud, porque no fueron vencidos, habiéndose sometido voluntariamente a la corona de Castilla, supuesto que confirma memorial de Juana Canaria, redactado siendo esclava doméstica en Jerez.
Habiéndose dejado bautizar los naturales sin resistencia, Pedro de Vera les invitó a la conquista de Tenerife, con promesa de botín, que les haría ricos. Conocida la doblez de los españoles, no les encandiló la oferta. Convencidos que de embarcar, terminarían en el mercado de esclavos, se negaron a seguir al gobernador, que acudió a la captura por la fuerza. Escaparon los varones al monte, según acostumbraban en Castilla al anuncio de leva, quedando en la población mujeres y niños. Acusada Juana Canaria de recibir al marido de noche, prestándole ayuda, fue condenada a esclavitud, siendo comprada en Puerto de Santa María, por jerezano, con destino al servicio doméstico.
Bernáldez ratifica la historia con las debidas correcciones. Considerando Vera imprudente iniciar la conquista de Tenerife, dejando a su espalda 600 "hombres de guerra", prometió fortuna al que le siguiese, consiguiendo que los canarios embarcasen por su pie. Encerrados bajo la tiílla, para que no pudiesen orientarse por la “estrella”, fueron repartidos entre los puertos de Cádiz y Puerto de Santa María, parando en el mercado, en tanto los barcos regresaban, en busca de las mujeres y los hijos. Bastó decirles que las llevaban donde estaban sus maridos, para que subiesen a bordo sin recelos, dando lugar la magnitud del cargamento, a que la demanda fuese rebasada por la oferta. Oneroso alimentar el stock, los mercaderes dieron libertad al sobrante, siendo alojados en terrenos vagos, extramuros de Sevilla, junto a la puerta de Milhojar. Muertos los más por no aclimatarse, algunos se dispersaron por el reino, regresando los que pudieron a un Gran Canaria, formando núcleo de población castellanizada, que haría causa común con los colonizadores. Muy escolásticamente, Bernáldez celebra la felonía de Vera, calificándole de encomiable, por ser la causa razón de estado.
Enterada la Reina de que Gran Canaria había sido dominada, ordenó continuar en Palma y Tenerife, exponiendo en albalá dirigida al provisor de Villafranca, el plan de campaña para 1481. Obligado el concejo por ser de “behetría”, a nutrir de galeotes y marineros las reales armadas, Isabel reclamó envío inmediato de un tercio de los censados, para transportar la primera cosecha de “omicianos”, advirtiendo que los dos restantes habrían de incorporarse en abril, para servir en la “armada gruesa”, que saldría en primavera. El 17 de enero de 1481, Isabel llamó a los “omicianos” a la conquista de Palma y Tenerife, en “poder de infieles”. Al ser los delincuentes gallegos gente adinerada y el delito común participar en las revueltas, el Justicia Mayor negociaría individualmente el periodo de servicio y el número de hombres, que cada uno debía llevar a su cuenta. Variable la distancia - tiempo, el plazo empezaría a correr, el día en que firmasen la incorporación, ante Pedro de Vera y Michel de Moxica. Cumplido, la firma del canario debía figurar en el perdón, que eximía al "omiciano" de servicio en las armas, por los días de su vida.
Reunidos ocho gallegos, delincuentes de alcurnia, fletaron carabela con destino a Tenerife. Puestos a vista de Lanzarote, la primera isla que se encontraba en el camino a Gran Canaria, les sorprendió la tormenta. Escaparon tirando por la borda armas y despensa, viéndose obligados a regresar a puerto, para reponer existencias. Otra vez frente a Lanzarote, nueva tormenta les arrastró a Sanlúcar del "Marisco". Inútil tercera intentona, por estar conquistadas las islas, la Reina le otorgó perdón, en atención a la buena voluntad. Gonzalo Carrillo, vecino de Pontevedra y omiciano en Canarias, fue llamado al sitio de Málaga, contra los "enemigos de nuestra santa fe". Con el entusiasmo patriótico, proverbial en pueblo, afincado en país que es cortijo del amo, se escurrió esgrimiendo certificado, firmado por Moxica y Vera, de haber cumplido el “omecillo”, dejando "conquistada" toda Gran Canaria. Ferrand Coyceyro, de Santiago de Castello, se libró de ir a la guerra de Granada, porque 11 años atrás lo había cumplido, "principalmente en las Islas de Tenerife y la Palma", dejando Gran Canaria sojuzgada.
Vera inició la conquista de Palma a principios de 1481. Partida la isla por el Cabo Bojador, poco más o menos por donde hoy pasa la frontera de Honduras con Nicaragua, Alfonso V de Portugal, temió que los castellanos entrasen en la Isla de San Miguel, rica en oro y azúcar. En previsión, ordenó al arquitecto Diego Pireis hacer fortaleza. Zarpó de Lisboa a finales de año, con carga de técnicos, albañiles, herramientas y materiales de construcción, arribando en enero de 1482 a cierta aldea, conocida por el nombre evocador de "Duas Partes", situada entre el Cabo Bojador y las minas. Obtenidas las debidas licencia de la autoridad local, levantó torre junto al mar, en promontorio donde había sillares de edificación anterior. Grabada en uno la cifra de año del siglo XIV, indeterminado pues no se pudo leer el último número, concluyó que aquel era el solar de la torre normanda de Akkara.
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1488 Julio 22 Conversión de Palma y Tenerife |
Dominada Palma, virtualmente liquidada la conquista de Tenerife en 1483, Vera se abstuvo de proclamar la paz, por no renunciar a la captura de esclavos, ganados en "buena guerra". Remitidos al mercado de una Gran Canaria, cuyos vecinos ubicaban el escenario de la contienda de Vera en Berbería, el botín dio lugar a periodo de prosperidad. Atraídos mercaderes y en consecuencia capitales, por la abundancia de esclavos, ubérrima la producción de azúcar, al no faltar mano de obra, la real hacienda disfrutó de quinto abultado, que no incitaba a la paz. Descubierta la trapisonda por vecinos de Tenerife y Palma, debidamente informados de los entresijos de la ley del ocupante, solventaron la cuestión dando nuevamente vasallaje a Isabel, con petición de bautismo colectivo, transmitida a la corte por mano de apoderado, acompañada de los debidos requisitos legales. Imposible ocultar un hecho, que los interesados se encargaron de difundir, a 27 de julio de 1488 se declaró irremediablemente la paz, embarcando con destino a las Canarias Fray Antón Cruzado, de la orden de San Francisco y teólogo, seguido de cortejo de clérigos y provisto de cartas reales, dirigidas a Vera y los Herrera - Peraza, advirtiendo que el fraile y sus curas, tenían potestad para bautizar a quien les diese la gana, sin que oficiales reales ni señores, pudiesen impedirlo.
Instalado en el gobierno de las islas, Vera no tardó en inmiscuirse en el señorío de Peraza, decretando leva en Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro. Exentos los "isleños" de servir fuera del término, Inés protestó en nombre propio y del marido, inquietando a los reyes tendencia manifiesta en los gomeros y otros vasallos de los Peraza, desde 1484, a dejar las islas para mudarse al realengo de Gran Canaria. Próximas a Berbería o tierra de infieles las islas menores, esgrimiendo el argumento de que despobladas, serían ocupadas con facilidad, los Católicos aplicaron el "imperio absoluto", nueva modalidad del "propio motu", anulando en el señorío de los Peraza - Herrera, la libertad de mudar el domicilio, autorizando a los señores de las islas a secuestrar los bienes de los desertores, a más de prohibir a Vera otorgar vecindad o recibir en las islas mayores, vasallos procedente del señorío de Inés de Peraza.
Cabe que se trasladasen al realengo al olor de las gangas. Al no admitir los "conquistadores" pago en esclavos, temiendo que desembarcados en Andalucía, los secuestrase el obispo, cobraron en bienes inmuebles. Sin intención de afincarse, vendían para regresar a la patria, comprando vasallos de la Peraza, como un Antonio Viejo, de Gomera, que se hizo con tierras y casa de conquistadores de Gran Canaria. Eclipsada la demanda por la restricción impuesta, los excombatientes exigieron a la corona solución al problema. Haciendo gala de regia desfachatez, Isabel la encontró en 1485. Si no podían vender, por no encontrar comprador, los soldados que en pago a sus servicios, recibieron casas y tierras, de las requisadas a los naturales, en pago a sus servicios, podrían dividirlas, disfrutando cada cual de su parte. En la "isla de Gran Canaria" , encontramos tres poblaciones documentadas: Villa Real de las Palmas, fundada por Rejón, capital y sede del gobierno; Galdar y Telder, poblaciones de aborígenes, en las que residían castellanos avecindados de antiguo, como Benito de Arévalo. Muerto en armada que fue a Tenerife, en busca de esclavos, dejó importante fortuna amasada en Gran Canaria, antes de que asomase Juan de Rejón por las islas.
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