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1492 Octubre 1º Residencia Vera |
Las costumbres observadas en Gran Canaria, son las que se observaron en Indias, en tiempo de la conquista. La cabalgada a la caza de botín y esclavos; la expedición de “descubrimiento” o "conquista", se practicaron de la misma manera, estando obligados los que se dirigían a las “islas” o salían, a proveerse de las mismas licencias que en Indias. Lo certifica la historia de Antonio Ollero, "maestro de hacer azúcar". Avecindado en Gran Canaria e insatisfecho, embarcó en compañía de un criado, previo pago del pasaje, en el ballenel Santa María de Gracia. Fletado por vecinos de Lepe en comandita, iba por maestre el vizcaíno Martín de Asistid, que estaba a punto de zarpar, en viaje de regreso. Enterado Pedro de Vera de que se hizo a la mar, llevando el artesano a bordo, mandó barco de armada tras el ballenell, para secuestrar el navío, por haber recibido pasajeros, sin exigir exhibición de licencia, extendida por el gobernador, para abandonar la isla. Debía ignorar Aristidi la formalidad, pues entró en Fuerteventura, con intención de hacer aguaje y completar la carga. Atrapado por Rodrigo de Vera e interrogado, al probar que actuó de buena voluntad y por ignorancia, no le devolvieron la carga de miel, cera y azúcar, pero sí el barco, permitiéndole regresar. Denunció el atropello, en Lepe, Francisco Pinzón, en nombre de los armadores. Mercaderes del común, en consecuencia sin derechos, frente a un representante de la administración, los jueces se inhibieron, considerando que al estar los testigos "muy lejos", no sería posible encontrar testigos ni hacer las probanzas, lo que nos da idea de la distancia a que se encontraban las Canarias de Andalucía.
Como en Sudamérica, en Gran Canaria se practicó el alzamiento. Habitual que los castellanos desheredados, se sumasen a los aborígenes, enterados los de Villa Real de alzamiento en la sierra de Llagalter, se levantaron, reduciéndolos Pedro de Vera. No queriendo perder más pobladores de lo indispensable, pero sí escarmentar por el ejemplo, hizo ahorcar a Álvaro de Oviedo, el que repicó la campana llamando a rebato, con Alonso de Santo Domingo, que sacó el pendón de la ciudad. De los "descubrimientos" que partieron de Gran Canaria, ha quedado constancia de uno de los muchos, organizados por Vera, para saquear en Tenerife. Terminó en los tribunales, porque habiendo conseguido diez o doce cautivos, el gobernador los vendió, sin dar cuanta ni parte a sus socios. Escapó con bien, porque no podía ser de otra manera, alegando que empleó lo cobrado, en amortizar el gasto de la jornada.
Estrechas las relaciones de Madeira con Gran Canaria, tenemos noticia de barco con carga de vituallas, procedente de la isla portuguesa, fue robado en Isletas por dos vecinos de Villa Real. Carabelas de armada lo recuperaron, cinco leguas mar adentro, siendo ahorcado un de los ladrones y el otro desterrado. Tratante de Madeira que llevó 7 negros a vender en Gran Canaria, sorprendido en plena timba, estando prohibido en Castilla jugar a dinero, fue condenado a recibir 100 azotes. La debilidad del sujeto o brutalidad del verdugo, hizo que muriese en el castigo. Vendidos dos negros para "cumplir" con su alma, Vera entregó los cinco restantes a mercader portugués, para que los devolviese al hermano del difunto.
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1484 Los vecinos no pagaban diezmos a la Iglesia |
1487 La Mesa del Cabildo reclama los diezmos y las cabras |
Al margen de la autoridad de la corona, las islas de señorío desarrollaron su propia historia. Antigua y nutrida la presencia castellana, está documentado español, residente desde 1439, que dejó importante fortuna. Propias del Temple a su tiempo, el diezmo de las islas pertenecía a los señores. Intentó adjudicárselo el obispo Juan de Frías, probando Inés de Peraza, en nombre propio y del marido, incapaz a estas alturas, que no tocaba a la Iglesia el de Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Fierro. Aprovechando la ocasión, denunció las 20.000 cabras del obispo de Rubico y Canarias, que pastaban en Fuerteventura desde hacía más de 20 años, sin pagar herbaje ni diezmo. Ganado el pleito ante los jueces de la corona, la Iglesia apeló, replicando que sus cabras pastaban en la isla sin pagar un chavo, desde que las poblaron cristianos. Muerto Herrera en 1484, año en que Inés cedió Gomera y Hierro a su hijo Fernán, Frías falleció en 1485. Subastados sus bienes, la Peraza compró las cabras para solventar el problema. Pagadas a toca teja, la mesa del Cabildo Catedralicio anuló la venta, declarándose propietaria del ganado. Al haber sido Frías mero usufructuario, Inés perdió cabras, dinero y las costas del pleito, además de tranquilidad.
Estando en Sevilla, Inés formalizó el mayorazgo, fundado en vida del marido. Formado por Fuerteventura, Lanzarote, Gomera, Hierro, Gran Canaria, Palma, Tenerife y todas las “islas” de Canaria, a las que tuviesen los Peraza “derecho y acción", por herencia de su padre, Fernán de Peraza, fue aprobado por los Reyes Católicos el 15 de febrero de 1488, probando que la conquista de Pedro de Vera, no modificó.
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1489 Marzo. Los reyes, enterados por la Peraza de la muerte de Fernan. |
Afectados señores y vasallos por la suspensión de la trata, los Peraza buscaron fuentes de ingresos alternativas, vendiendo Inés y Fernán la orchilla por asiento, a Francisco Riberol o Rivera, genovés afincado en Sevilla. Arrendada la cosecha de múrices de Fuerteventura, Inés procuró vender al mejor precio los cereales, que producían esta isla y la de Lanzarote, encontrando comprador en los barcos de Guinea, compradores a la ida y al regreso, y pagadores, más puntuales que la corona, que lo era para Gran Canaria, al no producir cereales. Escasamente rentable Hierro, Fernán consiguió restablecer la exportación de esclavos de la Gomera, con ayuda de la Iglesia, igualmente perjudicada, por haber perdido diezmo sustancioso. Tras muchos pensar, el Deán de San Juan encontró la solución, tendiendo trampa a los gomeros, de la que no podrían escapar, por quedar sometidos al criterio subjetivo del clero. Acusados los naturales de fingirse cristianos sin serlo, pues andaban desnudos, llevaban nombres "de gentiles" y practicaban la poligamia, se les obligó a reconocer sus faltas en escritura pública, con promesa a fecha fija, de que a más de renunciar a tan deleznables costumbres, se harían cristianos a parte entera en su interior, aceptando ser conquistados por enésima vez y reducidos a esclavitud, de incumplir el compromiso.
Maestra la Iglesia en el arte de probar lo que no es ni sucedió, ratificado el documento por la curia y la corona, sólo quedaba esperar. No estando al alcance de los gomeros probar, de manera irrefutable, que eran cristianos en lo interno, cumplido el plazo comisión de clérigos giró visita, concluyendo que los naturales de la isla persistían en sus “malas costumbres y errores". Recibida la bendición de los poderes civil y eclesiástico, Fernán preparó cabalgada. Enterados los vasallos, en reunión clandestina celebrada en la villa de Gomera, acordaron matar al señor. Averiguado el periplo que proyectaba, le aguardaron “debajo” de Mercadis, “muy cerca” de Gran Canaria. Logrado el magnicidio y de mal ejemplo, los que controlan la historia maquillaron la causa, escondiendo realidad documentada, tras historia de amor. Obra de su abuelo la conquista de Gran Canaria, la atribuyen a Fernán, haciéndole héroe popular, al ponerle al frente de “indígenas de la Gomera”, a los que ofendió, al enamorare de la canaria Ibella. Indignados por el pecado, los gomeros mataron al señor, en acto de justicia cuasi divina.
Informada Beatriz de Bobadilla de la muerte del marido y la causa real, temiendo lo que había de seguir se encerró en una torre, con hijos y criados, mandando propio a Pedro de Vera, en demanda de ayuda, antes de ser cercada por los naturales. Deseando en su fuero interno la extinción de un señorío, que le escamoteaba autoridad e ingresos, el gobernador se hubiese abstenido de acudir, de no enredar Inés de Peraza. Aún en Sevilla, al saber la muerte del hijo y sus circunstancias, avisó a los Reyes, que a 4 de marzo de 1489, ordenaron a Pedro de Vera socorrer a la Bobadilla, señora en funciones de la isla, como tutriz de sus hijos, acudiendo a las Canarias de la suegra, de haber alteración. Pasó el gobernador a la Gomera, liberando a Beatriz. Ejecutados los varones por "venganza", mujeres y menores quedaron reducidos a esclavitud. Partido el lote por la mitad, al oscilar el precio de gomero o gomera, puesto en la Península, entre 7.500 y 10.500 maravedís, para completar el pago del servicio, prestado por Vera, la Bobadilla hubo de añadir 1.000 castellanos en oro y 500 quintales de orchilla, a dos castellanos el quintal. El obispo de Canarias y Málaga, con residencia en la ciudad andaluza, se encargó de comercializar y distribuir los gomeros de ambos lotes, aprovechando Vera para hacerse notar de la reina, con regalo de un camello y 9 esclavas, obsequiando al Príncipe D. Juan, con tres cajas de conservas y una grande de azúcar.
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1489 La reina recuerda a Pedro de Vera que la Gomera es de los hijos de Fernán |
La operación "descubrimiento", cuyos preliminares se remontan a 1490, hizo a Pedro de Vera tan molesto, como a los señores de las islas. Acusado con la Bobadilla de haber vendido cristianos, que no estuvieron relacionados con la muerte de Fernán, por ser mujeres y menores, el mismo Obispo que los distribuyó, quedó encargado de recuperarlos, para restituirles la libertad. Retirados a Vera los libros de la gobernación, condenado con Beatriz a restituir lo cobrado, al estar integrada Gomera en una Gran Canaria, que en tiempos abarcó el continente, los familiares de los aborígenes vendidos por Vera, reclamaron la devolución de sus parientes. Bueno el pretexto para retirar al Gobernador de una isla, a punto de ser "descubierta", los Católicos alentaron el pleito. Adelantándose a los reales deseos, los jueces embargaron los bienes de Vera. Y le exigieron la cuadratura del círculo, al ordenarle que depositase 500.000 maravedís, en manos del Obispo de Ávila, confesor del rey, como garantía de que los compradores de los gomeros, serían debidamente resarcidos. Al no tener de donde sacar el dinero, el gobernador expuso su situación a los monarcas. Comprendiendo que estaba maduro para la obediencia, se ganaron el agradecimiento del gobernador a poco costo, suspendiendo el embargo y el pago.
En marzo de 1491, el salmantino Francisco Maldonado fue nombrado juez de residencia en Gran Canaria, celebrando juicio que a la luz de la ley, debía tener lugar cada cuatro años, cuando hacía más de diez que Vera gobernaba, sin rendir cuentas. Concebidos estos juicios como garantía de la honestidad de los gobernantes y de respeto a las libertades y derechos del gobernado, eran en verdad espada de Damocles, que permitía expulsar de la escena al político o funcionario que no se plegase a las reales órdenes, o molestase al monarca. Con la mira puesta en lo que había de venir, en diciembre de 1491 se cerraron las Canarias al tráfico. Prohibido a los isleños cambiar de isla o viajar a la Península, los maestres no podrían embarcar canario, siendo condenado a esclavitud perpetua, el que asomase a puerto castellano, sin contar licencia especial, expedida directamente por la corona. Cesado Vera a principios de 1492, Maldonado quedó como gobernador accidental de Gran Canaria, con orden de ocupar su mandato en descubrir y desterrar a cuantos hubiesen tenido “ligas y confederaciones” con Pedro Vera. Averiguadas las causas que estorbaron el poblamiento de la isla, procuraría atraer pobladores, prefiriendo a los mercaderes, por ser los vasallos más rentables.
Jurado Guillén de Peraza señor de la isla, aferrada su madre al terruño pero incauta, la satisfacción de un capricho, la enredó en nuevo proceso. Vecinos de Palos que regresaban de la pesquería de cazones de Guinea, hicieron escala en Gomera. Traían un barco nuevo, del que Beatriz se encaprichó, entregando dos esclavas valoradas en 17.000 maravedís, como parte del pago. Embargadas por el obispo, apenas las desembarcaron, los pescadores reclamaron el metálico. La demanda recordó a los jueces la parte que tocó a la señora de la isla, en los gomeros vendidos, tras la muerte de Fernán. Y la obligaron a depositar los 500.000 maravedís, que se perdonaron a Pedro de Vera. Para enfrentarse al pleito, la Bobadilla se trasladó a la corte, arrastrando con los hijos. En Granada coincidió con Colón, pero también con Alonso de Lugo. No hay noticia documentada de amores con el genovés, pero consta que poco después estaba casada con Alonso Fernández de Lugo. A 8 de mayo de 1492, el pequeño Guillén fue confirmado como señor de sus islas, quedando resuelta la cuestión de los gomeros. Admitido que mataron a Fernán de Peraza, para poder “perseverar” en sus errores, fueron declarados infieles nuevamente, quedando sobreseída la causa contra Beatriz, al mismo tiempo que se cerraba la de Pedro de Vera, de regreso en Jerez, en octubre de 1492. Urgente borrar el recuerdo de la conquista de Canarias, se impuso silenciar a los soldados que recorrían los tribunales, reclamando pagas. Depositado el montante en el funcionario Juan de Mesa, se hubiese solventado la cuestión de no alzarse el tal con la caja. Pendientes las pagas por no haber fondo de reemplazo, los conquistadores de las "islas" continuaron generando documentación, en forma de quejas y demandas.
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