La última derrota de Canarias

1492 Acaide de Algeres. Donadío

Que unas islas volcánicas y áridas, habitadas por un puñado de guanches, padeciesen dos conquistas en toda regla, en menos de una década, escapa a la lógica. Esta es justamente la razón, por la que se silencia la de Pedro de Vera, estando debidamente documentada, siendo reemplazado el Alonso de Lugo, criador de azúcar en Gran Canaria, alcaide en Algueres y mal pagador, en caballero sevillano de noble cuna, “buena condición y de sana conciencia”, ingenioso y aficionado a conquistar territorios, controlado por enemigos de la fe, para darlo a los reyes de Castilla, por propia iniciativa, según Bernáldez. Pero a principios de 1492 fue a Granada llamado por los reyes. Agradeciéndole entre otro servicios, 1.400.000 de maravedís, prestados para la conquista de Palma, le pagaron con donación del Valle de Graxere, del mar a la villa de Galel, con agua para regar 90 "anegadas" de tierra de primera, apta al cultivo de frutales y caña dulce. Retenido Lugo en la corte, el 13 de julio los monarcas le encomendaron nueva conquista de Palma, “en poder de infieles canarios”. Presupuestada en 700.000 maravedís, habría de buscar fondos por su cuenta, recuperando la inversión con el beneficio en el quinto, parias, botín de ganados y cautivos, que pudiese rapiñar en  “la Palma, la Isla de Tenerife e cualquier lugar de Berbería”. De no cubrir los gastos en el curso de la campaña, se cobraría de las rentas que produjesen Palma y Tenerife, percibiéndolas enteramente hasta finales de 1494. Sojuzgada Palma, recibiría el cargo de gobernador, gajes anejos y la mitad del quinto de las islas, con carácter de prebenda hereditaria, por vía de primogenitura, siendo francos los castellanos que poblasen la isla, como en Gran Canaria.

1492 Julio 13 Orden de conquistar Palma. Quinto y botín en Tenerife y Berbería, por ser la misma tierra.
1494 Francisco Riberol y Juanoto Berardi, socios capitalistas del Lugo en Palma y Tenerife

Rentable en hipótesis el encargo, Lugo encontró socios capitalistas en Sevilla: el mercader genovés, comprador de orchilla, Francisco Riberol, y el florentino Juanoto Berardi, que representaba a los florentinos, arrendatarios de la explotación de Guinea al rey de Portugal, curiosamente los mismo que Fernando Colón, adjudicó a su padre. La armada de Lugo zarpó del puerto de Alventos, entre finales de julio y principios de agosto de 1492, estando Colón en Palos, preparando las carabelas.

Atento a la historia oficial, Bernáldez reduce a Gran Canaria, la conquista de Pedro de Vera, describiendo Palma como isla habitada por gente “bestial”, que nunca había sido "sojuzgada" antes de conquistarla Lugo, consiguiendo botín de 1.200 cautivos, hombres, mujeres y niños, y 20.000 cabezas de ganado ovejuno y cabruno, cifra coincidente con presa que el mismo Lugo haría en rada de Tenerife y el número de cabras que tuvo en Fuerteventura, el obispo de Rubico.

1494 Francisca de Palma recuerda su intervención y lo sucedido

Navegaba el "conquistador", ignorando que una Francisca de Palma, a instancia de Francisco Maldonado y los regidores de Gran Canaria, le hundía el negocio. Residente en la capital de las islas, pero oriunda de Palma, donde estaba emparentada con las mejores familias, se dejó convencer por la autoridad, regresando a su isla para convencer a sus paisanos, de cuánto les convenía dar vasallaje a la Reina Católica, haciéndoles ver los problemas con que podrían tropezar, de negarse. Redondo el éxito, cedieron los dos "bandos", que se repartían la opinión de la isla, dejándose bautizar y hasta casar, el uno al completo y buena parte de los miembros del otro. Debidamente "pacificada" la isla, antes de que asomase el "conquistador" , Lugo fue recibido muy solemnemente por el cabildo de "San Miguel de la Palma", formado a imagen y semejanza de los castellanos, ofreciendo los varones su colaboración, en la "conquista" que traía entre manos. Privado el gobernador de guerra y en consecuencia de botín y cautivos, buscó el medio de procurárselos, encontrándolo en costumbre de la tierra. Sabido que los notables de los imperios americanos, mandaban sus hijos a la corte a título de rehenes, pero en verdad con el fin de que fuesen educados en el entorno del rey, sirviendo al regreso de vehículo, que expandía en la periferia la lengua y costumbres del poder, ka costumbre fue introducida en su “conquista”, por el rey de Portugal, llamando a Lisboa a los herederos de los grandes, con el mismo fin. Enterado Alonso de Lugo, pidió a Francisca que le procurase hijos de notables "palmeses", para formarlos en la corte de Castilla.

1493 Diciembre. Conquista de Tenerife. Orden de buscar 300 pobladores

Siendo considerado honor la elección, la "palmesa" consiguió sin dificultad 22 muchachos y muchachas, de las mejores familias. Embarcados con Lugo, los vendió en Puerto de Santa María, donde desembarcó el conquistador, en febrero de 1493, mientras los padres peleaban contra los rebeldes de Palma, al servicio de Isabel la Católica. Exiguo el beneficio en relación con la inversión, al ser corta la partida, el "conquistador" buscó en la calumnia argumento, que habría de justificar exportación masiva de “palmeses”. Acusó a los de Palma de haber dado vasallaje, con intención de traicionar, esgrimiendo conjura de nativos, descubierto sus "espías" , para atacar por sorpresa al real de los españoles, agresión abortada, porque supo tomar las medidas, confesando haberse abstenido de castigar a los inductores, por a la espera de real licencia, para aplicar correctivo ejemplar. Creído por beneficiar sus mentiras a la real hacienda, la reina apreció el servicio intelectual, de haber encontrando argumento, que permitía hacer de un pueblo libre, objeto de mercado, recompensándolo con regalo de 150 esclavos "palmeses" . Sin intención de abandonar la corte, quizá por estar en ciernes su matrimonio con la Bobadilla, el gobernador delegó la captura en sus capitanes.

Cayeron sobre San Miguel como aves de presa, cazando canarios a derecha e izquierda, sin atender a las protestas de Francisca, arrepentida de haber incitado a sus paisanos a entregarse, sin prever la cruel voracidad de los ocupantes. Justificó el atropello, preparando el terreno para futuras cacerías de hombres, asesinato oportuno de cuatro esclavos de Alonso de Lugo. Acusados del acto de terrorismo dos “cabezas de bando”, que poco antes pelearon al servicio de Isabel, fueron ahorcados, dando la pena credibilidad a revuelta inexistente, permitiendo secuestro de bienes, decretado contra los parientes de Francisca, declarados sospechosos de rebeldía. Estaba sucediendo esto en San Miguel de la Palma, cuando vecinos de Puerto de Santa María saltaron en Tenerife, capturando negros y robando orchilla. Inconveniente alterar la paz de la isla antes de hora, los reyes ordenaron que los andaluces fuesen arrestados, restituyendo cautivos y orchilla, a su lugar de origen

Improcedente a juicio de Bernáldez, que el conquistador vegetase en la corte lo llevó a Sevilla, ocupándole en la preparación de conquista, que aún no estaba en proyecto, pues hasta el 28 de diciembre de 1493, no se firmó la real orden, de conquistar Tenerife, “la séptima y última Canaria”, "la más rica". Capitán de Tenerife en la campaña, a su término Lugo sería nombrado gobernador, recibiendo el cargo en iguales condiciones que el de Palma. Proveído de navíos, embargados por el General de la Armada, que le procuró armas, artillería, herramientas, pertrechos y "bestias", los Católicos, no queriendo que el "conquistador" se eternizase, extendieron licencia para sacar 1.000 cahíces de trigo y 300 de cebada de Andalucía, con fecha de caducidad: debían estar fuera del reino, antes de terminar marzo de 1494. Con Colón en Indias, convenían evitar encuentro en la mar. Llevó Lugo 1.500 peones y 100 caballos, a reforzar en Gran Canaria, con 500 hombres y 60 lanzas. “Reducida” la isla, buscaría 300 pobladores asalariados, repartiéndoles solares para levantar casas y haciendas, que cumplidos cinco años de residencia en la isla, con mujer e hijos, podrían inscribir en el "libro de los heredamientos" , adquiriendo el derecho a vender y disponer libremente, reservando en el trazado de las poblaciones, terreno para la iglesia o iglesias a construir.

No habiendo visto un maravedí de beneficios ni recuperado lo invertido, Juanoto Berardi y Francisco Riberol demandaron a Lugo. Hombre de recursos supo convencer. Acusando al carácter pastueño de los "palmeses" del fracaso económico, consiguió eludir pleito y embargo, reinvirtiendo Berardi y Riberol, en la conquista de Tenerife, en la confianza de que el natural intratable de los guanches, garantizase cosecha nutrida del esclavos. Pero los conquistado sorprendieron al conquistador, por segunda vez: Aleccionados por su propia experiencia, recibieron a Lugo declarándose vasallos de los Reyes Católicos, bautizados y "cristianos" . Lugo no se resignó al fracaso. Reuniendo a sus hombres, explicó que de no haber pelea, no habría botín, cautivos ni dinero para las pagas. Si querían cobrar habría que provocarla, recurriendo proceso de intención. Sumado lo abrupto del terreno, a la habilidad de los honderos guanches y la resistencia obstinada que opusieron a la cristianización, para asegurar el control de la isla, impidiendo que se alzasen a la primera ocasión, habría que derrotarles. Inventada la "guerra preventiva", la puso en practica de inmediato. Suponiendo a los guanches tan confiados como en Ventegay, los castellanos treparon a los riscos en la noche. Pero los racionales no suelen dejarse engañar dos veces, de la misma manera. Aún menos por los mismos. Habiendo apostado los guanches centinelas, descubrieron a los hombres de Lugo. Dejándoles acercarse a distancia conveniente, les sometieron a lluvia de piedras, produciendo, según Bernáldez, 800 bajas. Huyeron los castellanos en desbandada, llegando los unos a los barcos en batel y los otros a nado. Acosados desde acantilados tan próximos, que sólo pudieron estar en entrante de la mar o en río, que quizá fuese el Magdalena, los navíos se hicieron a la vela, sin aguardar a los rezagados.

1495 Salto en Tenerife con Mateo Viña y los hermanos Garrido de Palos

Cuenta el cronista que llegado a Gran Canaria, Lugo siguió a Sanlúcar, para entrevistarse con el duque Medina Sidonia, consiguiendo que financiase nuevo intento de conquista de Tenerife. Rematada en 1495, el "conquistador" exportó concienzudamente guanches, "grandes y chicos” pues “uno no quedó”. La documentación narra historia muy diferente. Llegado a la capital de Gran Canaria, Lugo llamó a su casa al escribano García de la Puebla. En escritura pública, fechada a 14 de junio de 1494, prometió la mitad del botín y territorio, que obtuviese o conquistase, al que aportase 600 infantes y 30 jinetes, para la conquista de Tenerife, dotandos de transporte, armas, vitualles y pagas. Portador del documento Gonzalo Suárez de Maqueda, vecino de Gran Canaria, desembarcó en Cádiz, único puerto autorizado a comunicar directamente con Indias y Berbería, por real orden publicada en 1493, tras el regreso de Colón de su primer viaje. Continuando por tierra a Sanlúcar, le recibió Juan de Guzmán, que debía aguardarle, advertido por el obispo Juan de Fonseca, que tenía a su cargo cuanto tocaba a la mar, de Andalucía y las Indias. Terminada la entrevista, sin darse un respiro, el duque levantó banderín de enganche en Bonanza. Bien afamadas las islas, reunió en pocas horas 7 banderas de infantes y 40 jinetes. Comprados "vestidos" y armas en Sevilla, salieron de Bonanza el 25 de octubre, al mando de Bartolomé de Estopiñán, teniendo por destino el puerto de Santa Cruz. 

No informó Lugo del fracaso a Berardi y Riberol, ni de la incorporación de Juan de Guzmán a la empresa, obligando a dividir por cuatro el botín, pero Riberol, habitual del puerto de Sanlúcar, no tardó en enterarse. Dándose muy lógicamente por estafado, firmó requerimiento contra Lugo, que le fue notificado en la Villa Real de las Palmas. Para salir del apuro, vendió propiedad en el valle de Agarte, plantada de caña dulce y frutales, con "cerramientos", "portones", vivienda, molino de pan, cuadras, ingenio, 200 arrobas de azúcar y 40 de confites en el almacén. Mercader genovés residente en Valencia, compró a censo de 650.000 maravedís anuales, en moneda canaria, que pagaría directamente a Riberol, extendiendo la escritura Gonzalo de Burgos, notario en Gran Canaria. En tanto llegaba el contingente de Sanlúcar, Lugo organizó cacería de negros, a medias con el genovés Mateo Viña, entonces en Gran Canaria, que aportó carabela propia. Siguieron a Lugo 60 jinetes y 300 peones, de los que estuvieron en Tenerife, convencidos sin haber visto paga, a más de los paleños Diego y Cristóbal Garrido, que arribaron a la isla. con intención de acopiar esclavos. Situado el cazadero en la rada de Teca, en Tenerife, por no ahuyentar a los negros, enseñados a perderse en el interior, apenas asomaba vela cristiana, los españoles aguardaron la noche en la mar, para entrar sin ser vistos. Poco práctico el piloto de Viña, perdió la carabela en un bajo, incidente que noestorbó captura y transporte de 140 guanches y 20.000 cabezas de ganado menor. Tomaron Lugo y Viña la venta del botín a su cargo, absteniéndose de repartir un maravedí con la tropa y los paleños, Lugo dio lugar a que llegase la gente de Sanlúcar, marchando a su conquista. En Villa Real de la Palma quedaron los Garrido y soldados, viviendo de limosna a la espera de sentencia, que les pusiese en posesión de su parte. Coincide el hecho, en el tiempo, con denuncia del rey de Portugal contra vecinos de Canarias y Cádiz, que saltaron en Guinea capturando racionales, en contra de lo acordado en Tordesillas.

Derogada la ley que hizo de Cádiz centro exclusivo del tráfico con Indias, Canarias y Berbería, a principios de 1495, Lugo pudo desembarcar los cautivos en Puerto de Santa María. Al no ser moros ni proceder de tierra de moros, los almojarifes exigieron los debidos derechos. Lugo se negó a pagar, esgrimiendo la exención que le otorgaron los reyes, pero incurrió en error, al declarar las piezas como guanches canarios. Cuadriculados los almojarifes, al no estar informados de la guerra, sumaron el quinto a las tasas, por pagarlo las mercancías, procedentes de las islas. Apeló el conquistador a Isabel. Y se escurrió la reina. En tanto se averiguase lo que pagó Pedro de Vera, en tiempo de la conquista de Gran Canaria, la importación de guanches estaría gravada con los mismos derechos, que la presa hecha en “cabalgada”, en tierra de moros. En enero de 1495, Alonso Fajardo fue nombrado gobernador de Gran Canaria, tomando posesión a 7 de agosto. Urgente borrar el pasado de las islas, lo era silenciar a Francisca de Palma, empeñada en cruzar el mar para denunciar a Lugo. Encargado Fajardo de solventar el problema de "plano" y sin "figura de juicio", la "palmesa" desaparece de la historia.

En la primavera de 1496, un segundo barco procedente de Sanlúcar, entró en el puerto de Santa Cruz, con carga de harina, bizcocho, aceite y vino, sumando 748.840 maravedís a la deuda de Lugo, en favor del Guzmán. La pagó en parte con una nao y 280 canarios, remitidos a casa del Duque en diferentes partidas. En noviembre el conquistador fue facultado para repartir la isla a su albedrío. Olvidando que poblar era prioritario, pagó al duque de Medina Sidonia con cuatro leguas cuadradas de tierra, entre los ríos Abona y Abades, en las que había 1.500 "anegadas" de sembradura, aptas al cultivo de caña dulce y frutales. Pagados con esclavos los que sirvieron en la conquista, al ser embargados por la iglesia, reclamaron sus pagas ante los tribunales, siendo su portavoz Francisco Gorvalán. Vecino de Sevilla, a más de servir cuatro años sin cobrar, había hecho préstamo a Lugo. Afincado en La Española, Gorvalán vendió caballo a Colón. Embargado en 1496, en la primera desgracia del descubridor, lo recuperó al regresar al favor real.

Cabeza de estirpe de los futuros gobernadores de Palma y Tenerife, Lugo recibió las varas de los ediles, desterró a rebeldes y desobedientes y repartió parcelas de poder a su gusto, sumando al cargo merced, no menos apreciada por etérea. Premiando el riesgo en que puso su persona, así como su capacidad diplomática, pues consiguió que acatasen la "verdadera fe", “los que se llamaban reyes” de las dos islas, dando vasallaje a la Católica, le fueron otorgadas, para incluir en sus armas, dos "islas" rematadas por sendas fortalezas.

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