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1503 Río Grande del Tauro. Cañaverales |
Para los vecinos de una Gran Canaria, que no fue escenario de la guerra de Vera, la posesión del reino de Butata por la Católica, en 1499, quedó en concierto firmado “con los moros extranjeros", por gobernador original, que al vedar la cantera de esclavos, privó a los isleños de fuente de ingresos sustanciosa. Fracasado el acuerdo, probablemente a causa de provocadores, reanudaron las capturas. Respiro efímero, pues Alonso de Lugo, "conquistador" de Palma, Tenerife y Berbería, no tardó en ofrecer seguro a los naturales, haciendo de las presas vasallos contribuyentes, con derecho a la libertad. Cerrada la costa por manglares y acantilados, escasas las radas practicables y las más fluviales, no era difícil guardarlas, expulsando al intruso por la fuerza. Corolario de muertos y heridos, hizo recordar a los canarios, con nostalgia, los tiempos en que Pedro de Vera hacía la guerra en “Berbería”, remitiendo a Gran Canaria "grandes presas” de negros, beneficiando a los vecinos y las rentas de la corona. Libre la cabalgadas, era raro el canario que no fletaba “armazones”, disponiendo de navíos, caballos y armas, de los que el rey podía disponer por embargo, contando con hombre diestros en la guerra. Estando cerrada la Berbería, desaparecían, quedando yermos los campos baldíos por falta de brazos, y en apuros la Iglesia y las obras pías, al faltar las limosnas de los tratantes , al regreso de las cabalgada. El licenciado Aguayo, hombre de prestigio y seriedad probada, declaró que de abierta la trata, tendría barco para ir a “saltear moros”. Contó que habiendo tropezado con Lugo en Granada, supo que fue a la corte, para engañar a los reyes, pretendiendo el monopolio de la exportación de esclavos, pues la potestad de dar seguro a los "moros vasallos", con licencia para impedir entradas de intrusos, le permitía controlar el comercio de los rebeldes. .
De haber respetado los moros del reino de Butata, por otro nombre Cabo de Aguer, el vasallaje dado al gobernador de Gran Canaria, la intervención de Lugo hubiese sido innecesaria. Pero al violarlo con reiteración, fue nombrado gobernador de Berbería, del Cabo de Aguer al de Bojador y Capitán de la Mar Pequeña, para hacer la guerra a los vasallos del Xarife y señores alternativos, garantizando la integridad de personas y bienes, a los moros que diesen vasallaje a Isabel, pagando las parias, que daban a los “reyes pasados". Alejadas las "islas del Cabo de Aguer" del último descubrimiento colombino, a 23 de mayo de 1501 los Católicos acusaron a Lugo de haber cerrado la Berbería, por propia iniciativa. Abriéndola a cuantos quisiesen frecuentarla, sin exigir licencia ni requisito alguno. Necesitados de barcos para Lugo, provocaron reacción prevista: fueron muchos los que se hicieron a la vela, en la esperanza de regresar con carga rentable, antes de que los reyes se arrepintiesen . El 12 de julio, estando los navíos de camino, los monarcas firmaron nueva provisión. Cuantos barcos estuviesen en las pesquerías de la Mar Pequeña, Gran Canaria, Tenerife y Palma, se presentarían en el puerto indicado por Alonso de Lugo ,"capitán de la tierra de la Mar Pequeña", o Antonio de Torres, veedor de la Berbería, para servir en la guerra. Inconveniente que en las Indias colombinas supiesen de las actividades de Lugo, o en Berbería del "descubrimiento", se cortaron las comunicaciones. El moro "de África de la parte de la Berbería", que desembarcase en Gran Canaria, sería condenado a esclavitud "perpetua".
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1499 Berbería, del Cabo de Aguer a Cabo Bojodor |
La batalla de Saca, abrió a Castilla el istmo de la Isla de San Miguel. En vías de ser "descubierto" el oro de Veragua, Mina del norte, los múrices se devaluaron Antonio de Torres, que a más de controlar los “rescates” en la Mar Pequeña y Berbería, había reemplazado a Peñalosa en la cogida de las “conchas”, en octubre de 1501 a Mateo Viña, cediéndole la mitad de la cosecha, a cambio de que cosechase la concha, en las Canarias mayores. El 22 de noviembre Colón regresó a la real gracia. El mismo día Torres fue relevado de la cuestión de las conchas, tomando posesión de la Torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña. Nombrado alcaide a 21 de febrero de 1502, en abril había reemplazado a López Sánchez de Valenzuela como "gobernador de las Islas de Canaria". Entre las instrucciones recibidas, figuraba la de deshacerse de la molesta Beatriz de Bobadilla, sacándola de las islas. Ocupado el marido en la guerra, por la parte del Cabo de Aguer, Torres urdió treta, con ayuda del poder judicial. Enterado de que Inés de Peraza pleiteaba por la tutela de los nietos, para recuperar Hierro y Gomera, aprovechó la coyuntura familiar y arribada de malhechor conocido, a Gran Canaria, para correr de que lo mandaba la Peraza, para raptar al pequeño Guillén. Con autoridad de señor, la Bobadilla, cayó en la trampa, haciéndole ahorcar por delitos pasados. No movieron un dedo los jueces, para impedir la ejecución, pero consumada abrieron causa a Beatriz, acusándola de asesinato, por haberla ordenado sin pruebas. De mayor cuantía y peligrosa la causa, Beatriz se trasladó a la corte en compañía de los hijos, para seguirla de cerca.
El escribano Gonzalo de Burgos, ausente en Tagaoz, al servicio de a Lugo, fue considerado igualmente peligroso, por saber más de la cuenta. Decretada su retirada de la circulación, Torres mandó al Cabo de Aguer a Juan de Arines, escribano “de las cosas de Berbería” y agente de elite, con el fin de recabar testimonios de "moros y judíos", que involucrasen a Burgos en delito, susceptible de ponerle en manos de la Inquisición. Ultimado expediente, elaborado para justificar la condena, Arines lo confió a un tal Ximón, "mancebo" genovés, que regresaba a Gran Canaria, para que lo entregase a Torres, que preparaba viaje a Castilla, para velarse con su mujer. Embarcó por septiembre de 1502, llevando el proceso de Burgos y las cuentas de la jornada de Lugo, en Berbería. Los oficiales de la recién creada Casa de la Contratación, le aguardaban como agua de mayo, pues estando bajo su control las “Islas de Indias”, Berbería, las Islas Canarias, Santa Cruz y la Mar Pequeña, no sabían nada de la Torre y su término, pues apenas lograban situarlo en el espacio. En carta de 18 de marzo de 1503, comunicaron a los Católicos, desolados, que. el barco en que viajaba Torres, naufragó a la entrada de la bahía, ahogándose el gobernador con bagajes e información.
Improcedente la vida y muerte de Antonio de Torres, pese a estar debidamente documentada, la historia oficial tejió su leyenda. Admitido que en 1493 estuvo en Indias con Colón, aparece en el "Diario" redactado por Fray Bartolomé de las Casas, como portador de carta dirigida a los reyes. Omitidas las "armadas" con carga de vituallas y pobladores, que llevó a Monte Juan entre 1494 y 1496, silenciados los nombramientos de Veedor en la Berbería, expedido en junio de 1500, de "cogedor" de las conchas de la púrpura, de alcaide Torre de Santa Cruz y gobernador de las Canarias, cargo que ejercía en 1502. Silenciando que residía en Villa Real de las Palmas, el viaje a Castilla y su trágico final, a primeros de marzo de 1503, los historiadores le sacan de Cádiz a 13 de febrero 1502, al frente de armada inverosímil de 32 velas, con carga 2.500 pobladores, entre los que se incluye Bartolomé de las Casas. Fijada le entrada en La Española el 5 de abril, le hacen zarpar de esta isla en fecha indeterminada, llevando a bordo al gobernador Francisco Bobadilla y 200.000 pesos en oro, para hundir en el Caribe, el barco en que viajaban Torres y Bobadilla, que quizá viajasen efectivamente juntos, con el oro. Dando por perdido el grueso de la flota, achacan a la pericia de Francisco Roldán, nombre desconocido, pues el piloto de Colón se llamó Bartolomé, el haber salvado 9 barcos, metiéndolos en Portobelo, puerto oficialmente ignoto, pues lo estaba “descubriendo” Colón, entonces en el istmo.
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1499 Seguro a los moros. Berbería |
De regreso en su casa de San Cristóbal, terminada la campaña del Cabo de Aguer, El 12 de enero de 1503, Alonso de Lugo fue distinguido con el título hereditario de Adelantado de las Islas de Canaria, como recompensa por las conquistas de San Miguel de la Palma y Tenerife. La omisión de los cargos que ostentaba en Berbería, hace del honor principio del fin.
Estando en Gran Canaria Escudero, ocupado en juicio de residencia, cuando se ahogó Torres, a 4 de julio de 1503, los Reyes le nombraron gobernador de las “Islas de Canarias”, encargado de los “rescates” en Berbería, Mar Pequeña y la torre de Santa Cruz. Preparaba recorrido por las factorías el 14 de junio de 1504, en que murió. Le sucedió Lope de Sosa, apoderado a mediados de agosto, para reorganizar y dirigir los rescates. Hombre organizado visitó las factorías, en barco de Ginés de Cabrera. No habiendo espacio para las mercancías, en la fortaleza de Santa Cruz, mandó comprar almacén auxiliar en la villa. Bajo su gobierno se suprimió el pago del quinto en las Canarias, para introducir el sistema fiscal de Castilla, lo que no impidió que del tráfico continuase bajo control de la Casa de la Contratación.
La Católica murió en 1504. Que dejase la regencia de Castilla al cardenal Cisneros, en lugar de legarla a Fernando el Católico, indica que no tenía intención de unificar los reinos, opinión compartida por el rey, pues casó con Germana de Foix, con el fin de conseguir heredero. Logró un varón, que de haber sobrevivido, hubiese cambiado la historia. Pragmático e interesado, Fernando no renunció a las rentas de Castilla. Necesitándolas para llevar a buen fin sus aventuras bélicas, la connivencia del Cardenal, cabeza del Santo Oficio, temeroso de que el Habsburgo alterase las costumbres patrias, permitió a Fernando ejercer el poder. Habiendo nombrado Juana capitanes generales en 1505, desde Bruselas, advirtiendo que no debían obedecer las órdenes de su padre, al cual mandó abandonar el reino, Fernando cuidó el futuro, propiciando la formación de armada gratuita. Conveniente contar con barcos privados, para embargarlos caso de guerra, permitió reanudar los “saltos” y “cabalgadas” en la Berbería “comarcana”, “ desde el cabo de Aguer hasta el cabo de Boxedor" . Anunciada armada en 1506, entretanto los castellanos harían la guerra por su cuenta, capturando moros del Río de Oro “arriba, hacia la parte de Meça, pero no del Río de Oro abajo” , a la parte de Guinea, por ser inoportuno molestar al rey de Portugal. Sospechado que el temor a que el prelado de turno, secuestrase las presas, les retrajese, el Católico declaró “ganadas en buena guerra” las presas que hiciesen la mar o y tierra, a condición de entregar el quinto a la corona.
Muerto Felipe el Hermoso en Burgos, neutralizar a Juana fue juego de niños. Suspendida la armada por innecesaria, el licenciado Ortiz de Zárate navegó a Villa Real de las Palmas, para ultimar la reforma administrativa de las islas. Revisaba los repartimientos de Pedro de Vera, cuando estableció relación con Juan de Arines, escribano del cabildo, a través de cuñada, con la que contrajo matrimonio. Asociados los contra parientes, inscribieron las propiedades de los pobres como bienes mostrencos, adjudicándose la mejor y mayor parte de la tierra, repartiendo el resto entre genoveses, pese a estar prohibido darla a extranjeros. Indignados López Sánchez de Valenzuela, reducido a ciudadano y el licenciado Aguayo, denunciaron a los socios ante el Consejo Real, acusándoles de “robar la isla”, sabiendo que vecinos no podían quejarse al rey, por estar las Canarias en un “ultramar”, demasiado lejano.
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1503 Tenerife. Río Grande. Pago en azúcar |
Tercero y último de los tratados americanos, el de Cintra se firmó en 1509. Quedó a Castilla la Torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña y a Portugal la “torrecilla” del mismo nombre, residencia de la Peraza en la "isla" Hierro. Sobre la frontera que separaba las "conquistas", se señaló como mojón. Problemático el fuerte, por ser paso de armas y mercancías, cuya venta estaba prohibida a los moros, Fernando aconsejó al rey de Portugal. derrocar la fortaleza. Pero al ser civilizado Manuel I, rechazó el consejo, ofreciendo a la Peraza la alternativa de vender por lo que “fuese justo” o cambiar de rey, dando vasallaje a Portugal. Todo indica que estando Gomera y Hierro a "Barlovento de Paria", en la "conquista" de Portugal, optó por lo segundo. Es probable que un Puerto Cruz, al sur de Araya, sea recuerdo de aquel tiempo, con el Puerto Hierro. extremo oriental de Paria.
Fracasado el real intento de ampliar las Indias de Castilla hasta el río Marañón, o cuando menos hasta el Amazonas, Alonso de Lugo se cambió en vocero peligroso. A 27 de junio de 1511, al gobernador de Gran Canaria le sometió a juicio de residencia. Omitiendo que tenía el gobierno de Bebería y la capitanía de la Mar Pequeña, fue acusado de haber hecho la guerra en Saca y Tagaoz por propia iniciativa, a más de no haber pagado a la gente, que llevó a Tenerife. Entre los cargos, figura jornada a Gomera, Lanzarote y Fuerteventura, en socorro de persona innominada, de la que no hay constancia, dejando a deber las pagas. Avezado Lugo en conjuras de reyes, confusión y medias verdades, le permitieron descubrir caza de brujas. Siendo imposible probar o negar lo inexistente, preparó la defensa a golpe de poderes. Suprimiendo los cargos de Berbería y la Mar Pequeña, a imitación de los reyes, a título de Adelantado de las Islas de Canaria, gobernador y justicia mayor de Tenerife y San Miguel de la Palma, el 8 de julio apoderó al bachiller Alonso Belmonte, para que husmease en los protocolos de Juan de Arines, escribano del Cabildo en Gran Canaria, Juan d'Araoz, titular de Tenerife y cuantas hubiese en las islas, buscando documentos referente a su campaña en Bebería, por haberse perdido el infolio con Antonio de Torres, recogiendo todas huella de partida de trigo, que sacó de Gran Canaria por real orden, habiendo hambre en las islas, para no retrasar la jornada a Cabo de Aguer y Tagaoz . El 8 de octubre apoderó a su primogénito, Pedro Fernández de Lugo, para lo mismo y representarle en los pleitos, “suplicando” a la reina por vía judicial, que le hiciese pagar lo que adelantó, para sacar la armada que fue a Bebería, “en las partes de allende” , en el "Cabo d' Aguer", Saca y otros escenarios de la guerra. El 13 lo extendió en favor de Andrés Suárez Gallinato, autorizándole a presentar demanda en cualquier tribunal, contra sus acreedores, en especial contra la corona, extender cartas de pago, invirtiendo en su nombre, comprando para Lugo, casas, tierras, cañaverales, aguas, ingenios y azúcares, en Tenerife y San Miguel de la Palma.
Enterado de la desgracia de Lugo, Francisco Riberol le demandó por segunda vez, alegando no cubrir la heredad de Graxere, lo invertido en la conquista de Palma, reinvertido en la de Tenerife, a más de haberse abstenido Lugo de rendir cuentas. Conseguida orden de ejecución contra los bienes del Adelantado, Lugo contó su vida ante escribano, para defenderse. Lo hizo a 17 de octubre de 1511. Tras aludir a las heridas recibidas en sus campañas, esgrimió reconocimiento de deuda de 200.000 maravedís, firmado por los Reyes Católicos, valor estimado de las partidas de esclavos que le compraron, con otros 300.000 por diferentes conceptos, en lo que incluyó sus emolumentos como gobernador de Palma y Tenerife, nunca cobrados. Apelando a la reina Juana, en cuyo nombre reinaba Fernando, pidió que mandase hacer información, por haber contraído la deuda con Riberol, para fletar armada, no queriendo los monarcas que la jornada en “África” se retasase, habiendo pagado dos o tres viajes que hizo a la corte, llamado por los monarcas. Alonso Fernández de Lugo falleció entre esta fecha y 1513, heredando su viuda e hijos deudas y acreedores.
Testigos de Diego Colón aluden a las “guerras” de Lugo, sin nombrarle. Recordaban que incapaz el "descubridor" de vencer a los naturales de Tierra Firme, gobernador con “mucha gente armada”, pacificó la provincia. Según Arias Pérez, primogénito de Martín Alonso Pinzón, las Indias fueron "ganadas" por armadas, que pagó la corona, sin que interviniese el “descubridor”. En su inacabable "Elegía", Juan Castellanos recuerda la guerra, que protagonizó el hijo del Adelantado, milite destacado en Indias.
"Un don Pedro de Lugo los envía
para hacer una jornada larga:
son hombres de valor en Berbería"
Continuas las revueltas en el continente americano, en contra del privilegio concedido a los canarios, tras la conquista de la islas, “tierra de moros”, eximiéndose de servir en la guerra, fuera de su término, era llamados de continuo. Mermada la población por las bajas, la falta de brazos, impedía cultivar la tierra. Abandonados los campos y las casas, los canarios concluyeron que el rey incumplía su palabra, pues habiéndoles prometido prosperidad, les empobrecía. En 1514, representantes de toda la Gran Canaria, reunidos en San Cristóbal, designaron apoderados. En nombre de los “hombres y mujeres” de la isla, expusieron quejas colectivas al monarca. Fieles a la religión católica, desde que los conquistaron, se hicieron castellano- parlantes, plegándose a las costumbres de Castilla, no aceptadas por “palmeses” , guanches y gomeros, fieles a su propia tradición. De su rebeldía eran víctimas los fieles al rey. Maltratados por la autoridad, los castellanos les discriminaban, por llevar nombres canarios. Elevadas las lamentaciones a documento público el 5 de julio, Michel González y Juan Cabello viajaron a la metrópoli, entregándolo al Católico, advirtiendo que de no ser atendidos, no dudarían en pleitear. Fernando respondió a 16 de enero de 1515, por vía indirecta. Dirigiéndose a los notables de "las Islas de Gran Canaria", les recordó que los canarios ayudaron a conquistar Gomera, Palma y Tenerife. De natural pacífico, “liberales” y bien mandados, admitió la distancia cultural que separaba a los cristianos viejos de Gran Canaria, de los naturales de otras islas. En atención al supuesto, las “personas poderosas” harían lo que considerasen necesario, para que no tuviesen “razón” de quejarse, consiguiendo el silencio sin dificultad, pues en las islas no quedaban más de cien varones “naturales”. Es probable que fuese por entonces, cuando se poblaron las otras Canarias.
Desarrollando la idea de “descubrimiento”, término que perdía el significado de "reconocer", para adquirir el de encontrar lo ignoto, Carlos V y Juan III acordaron hacer de la Reina Católica y Colón, origen de ambos monopolios. Apelando a la confusión, armas política de todos los tiempos, a más de mudar los topónimos, los duplicaron. A la floreciente aduana de Santiago de Cabo Verde, se dio por homónimo la paupérrima Santiago de Cabo Verde, que conserva el nombre, corriendo a cargo de canarios, emigrantes o deportados, dárselo al archipiélago que hoy conocemos por Canarias. Mencionadas las islas por Fernández de Oviedo, las llama "Valeares". Situándolas a 200 leguas de España, escasos sus atractivos, estaban "sin navegar" desde hacía "mucho tiempo", cuando empezaron a ser identificadas con las viejas Fortunadas.
Los aranceles al uso en los puertos andaluces, prueban que no todos aceptaron el cambio. En el siglo XVII, orchilla, azúcar, añil y palo de rosa, se registraban como géneros de Indias, procedentes de “Canarias”. Pero las plantaciones de caña dulce, que tuvieron los duques de Medina Sidonia a principios del siglo XVI, en Tenerife, entre los ríos Abona y Abades, no pudieron estar en la Tenerife actual, porque no hay ni hubo ríos. Ni posibilidad de que existiese un Río Grande de Tauro, documentado por regar los principales cañaverales de la isla.
En el reinado de Carlos V, Lope de Sosa dejó de ser gobernador de las Canarias, para reaparecer como gobernador de Castilla del Oro. Mudado el topónimo y gobierno de Gran Canaria, quedó tan lejos la Torre Santa Cruz de la Mar Pequeña, que en 1519 el Emperador, segregó la alcaidía del cargo. Concedida con las tenencias a dos cortesanos, el Emperador les impuso por teniente a Pedro Fernández de Lugo. Residente en San Cristóbal, capital de Tenerife, podría gobernar, cómodamente, el término de la fortaleza. De ahí la incongruencia documentada de que el segundo Lugo, hiciese la guerra en la Mar Pequeña, al mismo tiempo que conquistaba el Nuevo Reino de Granada, a más de abandonar, sin una queja, los gobiernos heredados de Palma y Tenerife, para cambiarse en gobernador de Santa Marta, cargo igualmente hereditario, pues le sucedió su hijo Alonso Luis. A lo largo del siglo XVI, encontramos Lugos en Indias. Y Herrera en Cabo Verde y Marruecos, conquista de Portugal.
Hay indicios que permiten prestar a los canarios, tierra de origen más generosa, que unas Canarias volcánicas. Colonizadores voluntarios, engañados o forzados, llevaron consigo acento, imágenes, documentos, cochinilla, tabaco, plataneras, caña dulce, recuerdos y topónimos, siendo de notar que olvidaron San Miguel y S. Cristóbal, el último adscrito a La Laguna, cambio de nombre que se atribuye a lago desaparecido. Imposible importar el paisaje, los guanches conservaban difusa memoria histórica, diciéndose originarios de un "África", situada al sur del Atlas, como los zenetas. Islas amplias o tierra continental, Graciosa, Montaña Clara, Lobos y Alegranza, se identifican con islotes y arrecifes. No faltan en las islas topónimos importados, como Santa Cruz, Palma, Tedle o Galdar. Ni torre que se adjudica a los Pereza. Arruinada, la restauración la hace más cercana a edificio del XVI, que a construcción del XV, siglo en que se ubica el Castillo de la Luz, de las Palmas de Gran Canaria. Se supone obra del mítico Taguise, más tarde palacio de la reina Ico. Ruina de fortificación en la Playa Blanca, de Lanzarote, se interpreta como domicilio de Jean de Bethancourt.
Faltan en las Canarias construcciones de acento románico, que aparecen en las catedrales de Santo Domingo y Trujillo, en claustro de Florida o en ábsides fortificados mejicanos, parientes cercanos del San Isidoro del Campo andaluz, edificado a finales del siglo XIII. En la Ageate canaria se conserva ermita, cuya fundación se atribuye al “conquistador”, Alonso de Lugo. De la obra primitiva se conserva el ábside, no habiendo documento que certifique del supuesto. Santa María de la Guía, en Gran Canaria, se ubica entre 1496 y 1509. Y la iglesia del Realejo, de Tenerife, en 1498, siendo tardío el gótico de la Catedral de Palma, terminada en 1570. La casa de San Sebastián de la Gomera, en la que supuestamente se alojó Colón, presenta un exterior renacentista, coetáneo de Carlos V. En la ermita de Ntra. Señora de las Nieves, del siglo XVI, se alberga virgen del XIV, objeto que al ser transportable, como el retablo de finales del XV, conservado en San Juan Bautista, de Telde, puede proceder de cualquier parte. El Cristo del siglo XVI, hecho con mazorcas de maíz, es obra de indios mejicanos, al que acompañan imágenes habaneras.
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