Los papeles de Santa Fe

Los protagonistas: Colón, (retrato alegórico); los Católicos (idealizado); Rodrigo Borgia, papa Alejandro VI (realista)

Del pomposo acuerdo que se supone firmado en el real de Santa Fe, alojamiento original, teniendo la confortable Granada, no se conservó original, pues Diego Colón lo aportó a su pleito en forma de inserto, incluido en el amplio privilegio de confirmación, otorgado por la reina a su padre en Burgos, el 23 de abril de 1497. "Apuntamiento" simple en papel aparte, fechado a 17 de abril de 1492, da verosimilitud al "acuerdo principal". Costumbre plasmar por escrito las exigencias del demandante, para no dejar resquicio a la confusión ni al arrepentimiento, el documento incurre en la originalidad recoger las ofertas de los Católicos, en lugar de las peticiones de Colón. En Santa Fe, a 30 de abril de 1492, titulándose  "señores" de sus "Mares Océanas", refiriéndose al Atlántico, dignidad heredada de los reyes de Castilla, los monarcas nombran al “descubridor” su “almirante” , con las prerrogativas y derechos que tenía Alonso Enríquez, "Almirante Mayor de Castilla", oferta que de haber tenido efecto, hubiese afetado al titular. Pero permaneció en el cargo, pasando el oficio a sus sucesores sin ruptura. Embarcados los Enríquez hasta el siglo XVII, al dejar de navegar, el cargo sería de salón.

Circunscrita la autoridad del "descubridor" a los mares de las “Islas de Indias”, apunta más bien a lugartenencia hereditaria, de la que Colón tomaría posesión, "después” que hubiese “descubierto y ganado”, “las dichas islas y Tierra Firme”. Si damos al término “descubrir” , el significado que tuvo en la época, es lógico que reconocida, le ordenasen “ganarla” o conquistarla para la corona, utilizando la fuerza. Al pretender Colón reunir, en su persona, las funciones de virrey y gobernador general, de la tierra que “descubriese” y “ganase”, Isabel le concedió la jurisdicción civil y criminal en las "islas y tierras firmes”, en forma similar a la que fue otorgada por Enrique IV a Herrera y Saavedra, en el "señorío" de Cabo de Ajer y la Mar Pequeña , pero en el virreinato, las pretensiones del genovés quedaron reducidas a presentación de terna, eligiendo los reyes el candidato de su gusto. Concedieron a Colón la décima del quinto del a corona, en cuanto se rescatase en sus descubrimientos. En los primeros tiempos de la conquista de Palma, Fernández de Oviedo tuvo la mitad, quedando con el 20%.

Probando Isabel y su profeta dotes adivinatorios, enumerar como productos de la tierra, sin equivocarse: perlas, piedras preciosas, oro, plata y especiería. Omitiendo los esclavos y la carencia de barcos propios, endémica en la corona española, Isabel afirma contundente, que Colón navegaría en "fustas nuestras", para terminar cayendo en error, injustificable en su tiempo. A los historiadores deja perplejos la mención a “dichas islas y Tierra Firme” . Se preguntan como podían saber la reina y Colón, que encontrarían islas y tierra continental, pero no les sorprende que denominen al documento "nuestra carta de privilegio rodado" . Los viejos privilegios no se llamaban "rodados", por la rueda que generalmente les adorna, pues los hay sin ella. Debían su nombre al hecho de roda, de mano en mano, por los confirmantes. No los firmaba el rey, hasta que Juan II, harto de tropezar con oposición en su propia corte, la introdujo, con intención de erradicarlos, los que consiguió Enrique IV, reemplazándolos por la albala, que firmaba el rey con su secretario, sin que haya indicio de monarca, que intentase restablecerlos.

1492 Abril 30 Sobrecarta fechada en Sta. Fe. Carta en Granada
1492 Abril 30 Cristóbal Colón. Carabelas de los súbditos
1492 Abril 30 Les pagaran los 4 meses
1492 Abril 30 No ir a la Mina ni al trato de ella
1493 Mayo 23 Omecillo por haber ido a Indias

Reunidos los documentos colombinos en el Archivo de Indias, es excepción el bloque que se conserva en la Casa de Alba, adquirido por el duque titular, en el siglo XIX, siendo omitidos documentos dirigidos expresamente a Colón, que se conservan en el Archivo de Simancas, escapados de milagro a purgas sucesivas. Dada la desidia hispana, es probable que aparezcan más, siendo primordial la pequeña serie, que se conserva en el Registro General del Sello, cajón de sastre que hasta finales del siglo XX, apenas mereció la atención del historiador, lo que le puso a resguardo de depredadores y falsificadores, ocupado en cuestiones de relumbrón y mistificaciones, políticamente rentables. Firmados a 30 de abril de 1492, el mismo día en que se fecharon los "acuerdos" de Santa Fe, Cristóbal Colón, es nombrado capitán de tres carabelas de armada, a fletar por la corona, recibiendo tres provisiones. La primera, se conserva inserta en sobrecarta de 20 junio, y está fechada en Santa Fe. La segunda, de la que tenemos original y sobrecarta, se firma en Granada, habiéndose perdido la tercera. La recuerdan testigos de los pleitos colombinos: entre los privilegios trajo Colón de Granada, figuraba autorización para sacar presos de la cárcel, ofreciendo perdón al que embarcase en sus navíos.

En la primera albala, los reyes se dirigen a los justicias de los lugares de la "costa de la mar" de Andalucía. Habrían de embargar los barcos que señalase Colón: "avemos mandado a Cristóbal Colón, que como capitán vaya con tres carabelas de armada, a algunas partes del Mar Océano". "E porque son menester para ello las dichas tres carabelas de nuestros vasallos e súbditos, pagándolos por ellas los precios e sueldos que justamente ovieren de haber" durante el tiempo que les ocupase, yendo "a donde por nos le ha seido mandando", a la llamada de Colón se presentarían en el puerto que indicase, en un plazo de 10 días, aparejados, con despensa y tripulación, adecuada para el viaje, sin derecho a réplica ni retraso.

La segunda está destinada a los paleños, condenados a servir gratuitamente con su navío, pagando flete, pertrechos y marinería, siendo mencionado Diego Rodríguez Prieto, condenado a servir por dos meses, tiempo que parece haber sido habitual, con otras tantas carabelas. Sin derecho a tratamiento, pues ni el "don" acompaña al nombre, Cristóbal Colón había de ir como capitán de tres carabelas de armada, a “ciertas partes” “del mar Océano", en servicio de Dios y la corona. Prieto o condenado que fuesen requeridos, pondrían sus barcos en el puerto señalado, pertrechados para ir "mar adelante, cada e cuando por él vos fuere dicho e mandado, de nuestra parte" . Previsto viaje de seis meses, "nos le mandamos que vos pague luego sueldo por quatro meses", duración casi exacta del primer viaje. Cobrarían el salario habitual, "al precio que pagaren a las otras gentes que fueren en las otras carabelas", "que es el que comúnmente se acostumbra pagar en esa costa, a la gente que va de armada por la mar". Obedeciendo al capitán "Cristóbal Colón", entrarían en los puertos que ordenase, con una excepción. Ni el capitán mayor ni ninguno "no vayan a la Mina ni al trato de ella, que tiene" el rey de Portugal, "porque nuestra voluntad es de guardar y que se guarde, lo que con el dicho rey de Portugal sobre esto, tenemos asentado y capitulado", alusión clara al Tratado de Alcaçobas, firmado en 1479, al término de la Guerra de Guinea. Cierra el documento promesa de que cumplido el servicio a satisfacción, obtendrían el perdón , debidamente firmado por el genovés.

De haber estado la Mina de Oro medieval, en la costa que hoy conocemos por Guinea, podríamos admitir que al ser ignota la tierra, buscada por Colón, perdido pudiese dar en Mauritania. O que no estuviesen seguros de que se pudiese seguir a Poniente, sin ser empujado a Levante. Pero en el nombramiento de capitán general de las Islas de Indias, expedido a favor de Cristóbal Colón a 28 de mayo de 1493, en Barcelona, conservado entre papeles aportados por Diego Colón a al pleito, encontramos la misma advertencia, casi con las mismas palabras. El Capitán General, sus subalternos y cuantos castellanos estuviesen en Indias, se guardarían de asomar a la Mina y al "trato" de ella, por ser del Rey de Portugal. Es evidente que estando Colón de regreso, se conocía la distancia que separa la costa de África de las Antillas.

Fernando Pérez, vecino de Huelva y analfabeto, recordaba que Colón fue a Granada, regresando a Palos con "poderes" de los reyes, para embargar navíos y sacar a los presos de la cárcel. Sonoro el dato, historiadores prestigiosos suponen que llevó tripulación de presidiarios, sin reparar en que difícilmente hubiese podido sacar de puerto velero, con tripulación formada por delincuentes, ayunos en cuanto tocaba a navegación. Fue utilizado, pues están documentados tres omicianos, embarcados en el primer viaje: Bartolomé de Torres, paleño, encarcelado por matar, en la plaza pública y a vista de todos, a Juan Martín, pregonero de la villa; sus amigos Juan de Moguer, de Palos y Alfonso Clavijo, de Vejer, condenados igualmente a muerte, por sacarle de la cárcel. Los tres en rebeldía y ausencia relativa, pues se le veía paseas por las calles de Palos, al perdonar a Torres los parientes del muerto,se beneficiaron de "omecillo", por haber ido con Colón a “descubrir” las “Islas de las Indias”, al regreso del viaje de 1492 .

1492 Junio 18 Santangel y Pinelo. Pasaje judíos. Di Negro

Pedro Mendel conoció al genovés, alojado en la Rábida. Lo describe como hombre "llano y pobre”. Vivía "con mucha necesidad" hasta que volvió de la corte, "próspero", con nombramiento de capitán de armada, un cuento de maravedís y poder para secuestrar tres carabelas. Los hagiógrafos del héroe callan que llevó barcos embargados, abultando el costo de la jornada. Fernando Colón, niño a la muerte del padre, supone que recibió préstamo de 1.140.000 de maravedís de Luis de Santangel, aportando Francisco Pinelo dos cuentos, para completar. Documentados ambos, Santangel queda en vulgar escribano de raciones, profesional de llevar cuentas en las carabelas, recaudando el quinto de la corona. Pinelo ejercía de jurado. Funcionario, colaboró en la venta de las bulas, para la conversión de Guinea y Canarias, tomando posesión de Palos por orden de la reina. Sería el primer factor de la Casa de Contratación, fundada en 1503.En 1492 ambos estaban en Sevilla, asociados en empresa dedicada al arriendo de barcos. Previo pago del pasaje, llevaban judíos expulsos a Lisboa. Contratada carraca de Ambrosio de Negro, supuesto empleador de Colón, al encontrar fletes ventajosos en Cartagena no compareció, parando en los tribunales.

Ampliando la relación de prestamistas del padre, Fernando Colón cita a Francisco Riberol y al florentino Juanoto Berardi. Ambos fueron socios capitalistas de Alonso Fernández de Lugo, en las conquistas de Palma y Tenerife, entre 1492 y 1494. Mercader genovés en primero, radicado en Sevilla, compraba por asiento la orchilla de las Canarias menores, a Inés de Peraza Habitual del puerto de Sanlúcar, en 1491 reconoció la firma de un Alonso de Lugo, regidor y mercader, fundador de capellanía en el convento de Barrameda, sin relación con el conquistador de las Canarias. Berardi representaba en Sevilla a los mercaderes florentinos, arrendatarios de la explotación de Guinea, al rey de Portugal, siendo uno de ellos Bartolomé Machino, residente en Lisboa. Historiadores aficionados a construir la historia en torno a un nombre, hacen de Berardi agente de los Médicis. Presumiendo que Américo Vespucio apareció en Sevilla en 1491, le asocian a la empresa de Juanoto, haciéndole protagonista de episodio imposible. Mal leída carta dirigida por la Católica a Colón, en agosto de 1494, conservada en el pleito de Diego, anunciando la sustitución de las armadas irregulares de socorro, que abastecían a los pobladores de la Isabela de Monte Juan por barcos regulares, que saldría cada mes, uno de Andalucía con bastimentos, el otro Isabela oro y esclavos, suponen que la reina contrató con Berardi, flota anual de 12 velas. Dándole por muerto y a Vespucio heredero de la agencia, se la hacen sacar en 1496, hundiendo los barcos al completo, al no saber qué hacer con ellos.

A principios del siglo XVI, carabela arrendada para ir de "cabalgada", con 7 tripulantes, siendo la cifra de cuatro a nueve, se arrendaba en el mercado libre, en torno a los 15.000 maravedís mensuales. Peor pagadas las que se tomaban de embargo, hemos de admitir que aún al precio de mercado, la ocupación de tres velas durante los casi siete meses, que duró el primer viaje, según la versión oficial, no pudo rebasar los 315.000 maravedís. Sumados los 63.000 de los pilotos, a 3.000 maravedís al mes, del cuento que la reina dio al "descubridor", quedaron libres 622.000 maravedís, para despensa e imprevistos, cifra inconveniente para la monarquía "descubridora" . Ilustrada la leyenda con empeño de joyas de Isabel, hecho ubicado por los cronistas en el sitio de Loja. Plaza clave en el camino de Granada, estando la tropa a punto de abandonar, por faltar las pagas, se dice que salvó la situación, llevando a los judíos sus adornos. Méndez Silva no menciona el hecho, pero abunda en el supuesto de empresa costosa. Autor del siglo XVII, calcula a ojo de buen cubero, que el "descubrimiento" de las Américas, exigió inversión de 16.000 a 17.000 ducados, al cambio 5.984.000 o 6.358.000 de maravedís, calculando participación de 90 a 120 hombres, a los que hace presidiarios, para mayor dislate. En el pleito de Diego Colón se citan 46 tripulantes, a los que hemos de sumar los tres omicianos y a García, piloto de la Pinta , a los que nadie recuerda., lo que representa 16 hombres por carabela, que quizá llegasen a 20, proporción adecuada para descubrimiento, con cabalgada implícita.

1494 Febrero 12 Inversión de Berardi y Riberol, en las conquistas de Palma y Tenerife, de Alonso de Lugo

Ni los testigos ni la Casas mencionan clérigo, lo que nada tiene de extraño para quien conoce aquella España, a través de la documentación, de "religiosidad" era más política y supersticiosa, que moral o litúrgica. Inconcebible la omisión para Silva, hace capellán de la expedición a Fray Juan Pérez, el guardián de la Rábida. La petición de dos personas que dominasen el " arábigo", formulada por Colón, preparando el cuarto viaje, se extrapola al primero, adjudicando la función de intérprete de árabe y hebreo a un tal Arana, ausente de la documentación, cuya presencia nada tiene de sospechosas, pues ignorando Colón lo que había de encontrar, parece natural que quisiese traductor de cuantas lenguas fuese posible, por si le ayudaban a entenderse con población, de cuya existencia no podía estar seguro.

Los que asistieron a los hechos, recuerdan a Colón corriendo calles de Palos, escoltando a Fray Juan, en búsqueda inútil de marineros. No pudiendo la reina sacar navío del puerto ni embarcar paleños, por no tener participación en el señorío de la villa, los vecinos no se dejaron convencer por promesas, ni cedieron a la amenaza. Pasados dos meses en la villa, el genovés no tenía más tripulantes que los tres "omicianos" , acogidos al perdón, ni más barco que la Marigalante , nao con nombre de antilla, propia del montañés Juan de la Cosa , matriculada en Puerto de Santa María y embargada en Moguer, en presencia del escribano local. Evidente que los paleños se aferraban a sus ordenanzas, para hacer caso omiso a las reales provisiones, Colón abandonó, a la espera del regreso de Martín Alonso Pinzón, hombre de prestigio en Palos, cuya ayuda se proponía recabar, por todos los medios. El “descubridor” mató el tiempo reuniéndose con el fraile y visitando a Pedro Vázquez de la Frontera , portugués avecindado en Palos, que habiendo navegado al servicio del infante D. Enrique, sabía mucho de lo que había de descubrir.

El mayor de los Pinzones estaba en Roma. Llevó barco de sardinas, tapadera probable de curiosidades exóticas y de precio, de las que se traían de contrabando, apreciadas por cardenales coleccionistas, tan generosos como caprichosos. Pedro Arias, también paleño, tropezó en las calles de Roma con Martín Alonso. Le contó que hizo el viaje para entrevistarse con amistad vaticana, que le instruía en la navegación de Indias y las tierras del Mar Océano, siendo el segundo viaje que hacía, con el fin de ampliar conocimientos. Arias Pérez, hijo mayor de Pinzón, que viajó con el padre, le acompañó a la "librería" del Papa, asistiendo a conversaciones intensas de Pinzón con el cardenal bibliotecario, familiar de Inocencio VIII, en torno al “mapamundi” del Papa, cartas de marear y escrituras antiguas, sobre tierras por “descubrir”, por no haber sido registradas a nombre de cristiano. El prelado dio al paleño, como regalo de despedida, “apuntamiento” que señalaba la ruta de la fortuna. Antón Fernández Colmenero, que encontrando a Martín Alonso en Roma, regresó en su compañía, leyó tantas veces el papel, que lo aprendió de memoria.

1492 Junio 4 Prohibición de carga y descarga. Del Guadiana a Gibraltar

Se reducía a conseja, supuestamente heredada de Salomón, según la cual bastaba salir del Mediterráneo por el Estrecho, poniéndose en la costa occidental de España navegar 95º, "siempre a poniente" , para arribar a Cipango, tierra tan rica que quien la ganase, dominaría Europa. Nos guste o no, en esta dirección y a 95º de la costa atlántica de la Península Ibérica , está México. De vuelta en casa, Martín Alonso, propietario de dos carabelas, inició los preparativos con vistas al “descubrimiento”, sin atender a Colón, que cada día llamaba a su puerta. Recibido por insistente, enseñó a Pinzón las reales provisiones, a las que opuso el paleño libro “sobre la navegación de Indias y tierras del Mar Océano", traído de Roma, probablemente el "de las Maravillas", del inglés Juan de Mandeville. Conocido desde 1356, Bernáldez lo menciona , adjudicando la propiedad a Colón.

Sabiendo que las ordenanzas de Palos eran inviolables, pues el pueblo tiende a respetar sus leyes, suponiendo que ninguno de los señores, vendería participación en la villa, Martín Alonso se desentendió del genovés, “maestro en el arte del descubrir”, que no parece haberlo sido en el de navegar, cuya reputación terminó de arruinar Pedro Vázquez de la Frontera. Enterado de las andanzas de Colón en Lisboa, dejó caer que habiéndose ofrecido a Juan II, el rey portugués le despachó con cajas destemplada, porque el peor de los navegantes portugueses, estaba mejor preparado. Convencidos todos que quien embarcase llevando a Colón por capitán a Colón, podía darse por muerto, de no haber formalizado los Católicos la compra de la mitad de Palos el 4 de junio, no tendríamos en la historia, página dedicada al "descubrimiento”.

Preparando la operación, los reyes cerraron los puertos andaluces, iniciando nuevo pleito fiscal contra el duque de Medina Sidonia y sus pueblos, con el fin de suspender definitivamente el tráfico, por las radas menores. Mintiendo con la seguridad del que acostumbra a ser creído, por decreto, el oidor, servidor de la corona, como los restantes jueces y fiscales, partiendo del supuesto de que nunca en el pasado, se cargaron y descargaron mercancías, en los puertos andaluces de señorío, mencionando Barbate, Conil, Chiclana y Sanlúcar, mandó poner barqueta del almojarifazgo, que impidiese la práctica. En vida Enrique de Guzmán, fue acusado el "nuevo duque" de haber introducido la novedad, comerciando y permitiendo comerciar por dichos puertos, sin “justa causa” ni “título”, persiguiendo percibir almojarifazgos abultados, que provocaron quejas de los mercaderes.

1492 Junio 23. Fortaleza de Palos

Muerto el Duque en agosto de 1492, respondió el hijo, Juan de Guzmán, a través de abogado contundente. Público que en aquellos puertos se practicaba la "carga y descarga" desde tiempo inmemorial, no recordando los más ancianos que se hubiese cobrado "cosa alguna", en ningún tiempo, por los almojarifes de Sevilla, ni por "otras personas", pues el trasbordo y desembarco de mercancías era libre, acudiendo los mercaderes por encontrar ventajas, siendo evidente que de no encontrarlas no hubiesen asomado a radas, aptas para el intercambio entre extraños, pero de difícil acceso a los mercados interiores, supuesto probado sin problemas, la real justicia cambió de pie, acusando a los señores de mermar las reales rentas, porque la gratuidad de las pequeñas radas y las rebajas ofrecidas en las aduana de los puertos de señorío, alejaban a los mercaderes de los que tenía la corona. No negó la parte del Duque el supuesto, limitándose a señalar que el daño padecido por los monarcas, no era comparable con el que sufrirían los vecinos, de cerrarles los puertos. Temiendo que el pleito se enredase, la corona cortó por lo sano. Sin admitir más pruebas ni mediar juicio, hizo clausurar los de Vejer, Conil y Chiclana, imponiendo "perpetuo silencio" a señor y vasallos. Callaron efectivamente pero acataron sin cumplir, pues el tráfico continuó, sin más novedad que la de soportar barqueta de los almojarifes de Sevilla, recabando derechos que rara vez cobraban.

El mismo 20 de junio, en que mandaron cerrar los puertos, los reyes ultimaron la compra de Palos, cobrando el clan de los Cifuentes los 16.400.000 de maravedís, al contado, libres de alcabala y derechos, lo que permitió a la reina apoderar a Francisco Pinelo, para tomar posesión de la mitad de la villa. Urgente informar a los vecinos del cambio, el mismo día se pregonó arriendo de las rentas, en nombre de Isabel, presentada como señora.

En la jornada, los reyes firmaron sendas sobrecartas, dirigidas a Juan de Peñalosa. Insertando las cartas de 30 de Abril, entregadas a Colón, le ordenaron hacerlas cumplir, secuestrando los navíos, con advertencia a los propietarios, que de no poner las carabelas en el puerto indicado, las carabelas que señalase Colón, en la fecha y condiciones previstas, so pena de que al pago de los del oficial, se sumasen las costas de los pleitos, que pudiesen seguir. El 23 los reyes ordenaron al conde de Cifuentes, entregar la fortaleza de Palos a Juan de Cepeda, trinchante de su hija Isabel, princesa de Portugal , nombrado alcaide por la corona, a más de poner bajo sospecha, a los "grandes" de Andalucía. Temiendo que adivinando el alcance de la operación en curso, intentasen abortarla, la reina ordenóal conde de Cifuentes, vendedor de Palos y asistente de Sevilla, aludiendo a "disturbios pasados", ordenó que sometiese a estrecha vigilancia a los duques de Medina Sidonia y Cádiz, conde de Cabra, Alfonso de Aguilar y otros caballeros, pues podrían surgir “diferencias”, susceptibles de degenerar en disturbios. Impediría que reuniesen hueste, consiguiendo que a "derramasen", de grado o por fuerza, caso de convocarla. La escritura de Palos se firmó en Puebla de Guadalupe, el 24 de junio, yendo los reyes camino a Barcelona . Deseando seguir de cerca la agonía de Inocencio VIII, aguardaron noticias en el puerto mediterráneo, más próximo a Roma en distancia tiempo.

1492 Septiembre 2 Zaragoza. Paños para el Rey de Portugal

Enterado Martín Alonso Pinzón de que la reina tenía participación en el señorío de la villa, dejó de despreciar a Colón. Manejando con habilidad la conseja para “descubrir las Indias” y probablemente "el libro", que trajo de Roma, consiguió que el genovés firmase ante escribano, compromiso de repartir por mitad, con el mayor de los Pinzones, emolumentos, ganancias y honores, aceptando que el cargo de "capitán principal" quedase en honorífico, ejerciendo el paleño. Al correr la noticia, los paleños empezaron a interesarse por el viaje, haciendo cada cual su composición de lugar. Según unos, Martín Alonso no figuraba como capitán mayor, porque Fernando el Católico tenía ojeriza a un vasallo, que le superaba en capacidad y buen nombre. Público que Pinzón preparaba las carabelas para ir a descubrir, los no enterados concluyeron que Martín Alonso pagó el viaje de Colón a Granada, mandándole a sacar licencia "de descubrir", por no ser correcto que hombre prestigioso y adinerado saliese de su casa, para ir a suplicar en la corte.

Hombre maduro el mayor de los Pinzones, pues el menor de sus hijos nació en torno a 1472, los testigos lo presentan como contrapunto de Colón. Se dijo que no tenía el rey vasallo, que le igualase en valor personal y saber de la mar. En tiempo de la Guerra de Guinea y después, iba y venía a los “rescates”, no habiendo portugués que se atreviese a detenerle, evitándole hasta las armadas de Alfonso V. "Sabio" en cuanto tocaba a la navegación, rico y “de buen corazón” , tan temido por sus enemigos, como querido por la gente de mar, aquel “gran piloto y capitán” , "se señalaba donde quiera que iba". Solía tener dos navíos, carabela y barco, reuniendo en ocasiones tres velas, sin que faltase gente dispuesta a navegar a sus órdenes, habiendo navegado todos los mares, de las Islas de Canaria a Flandes, señalando ciertos testigos, que no podían asegurar si navegó el Mar del Sur, nombre que se daba al Pacífico. Mejor “aparejado” que Colón, al imponerse el criterio de que iría al frente de la armada, los que "tenían por vana la empresa", empezaron a tomarla en serio.

En el mes que precedió a la partida, se veía a Martín Alonso y hermanos, en compañía de Colón, buscando marineros. Prometía Martín Alonso que cuantos se enrolasen volverían ricos, porque iban a un país donde las tejas se hacía de oro, ratificándo Pedro Vázquez de la Frontera. Con aplomo por estar de vuelta, proclamó por calles y plazas que cuantos fuesen al “descubrimiento”, harían fortuna. Martín González, bizcochero de Moguer, no se dejó confundir. Habiendo presenciado el embargo de la nao de Juan de la Cosa , enterado de que el capitán mayor era Colón, favoreció rumor, que hizo recular a más de uno. El onubense Pedro Ortiz, enrolado en un primer impulso, buscó el achaque de oposición del suegro al viaje, para quedarse en tierra. Gonzalo Alonso esgrimió enfermedad, confesando Juan Rodríguez Mafra que enterado de los pormenores, regresó a la idea primera. Y tuvo la empresa "por cosa vana". Sincero Antón Colmenero, dijo que habiéndole invitado a embarcar Martín Alonso y Vicente Yánez, les dijo que no lo hacía, porque Colón conservaba autoridad plena sobre la armada.

Pinzón puso a punto las carabelas en menos de un mes, sin dejar de asistir a reuniones casi diarias, convocadas en La Rábida por Fray Juan Pérez, o en casa de Pedro Vázquez de la Frontera. Experto en la conquista portuguesa, cierto día hizo un aparte con Martín Alonso, para decirle que el Infante D. Enrique, pasajero en su navío, al llegar a las “hierbas” se volvió, sin que fuese posible disuadirle. Le advirtió que entrando en el Mar de los Sargazos, Colón reaccionaría de la misma manera, aconsejándole que no consintiese, pues continuando a Poniente, no tardarían en dar con tierra.

Los testigos que declararon en el pleito de Diego, hasta 1518, llamaron Marigalante a la nao de Juan de la Cosa , no habiendo excepción que la nombrase Gallega o Santa María. Mayor la nao que las carabelas, Colón embarcó en ella, designándola capitana. A imitación de cuantos saben poco de la mar, creía que la seguridad dependía del tamaño del navío, no de su agilidad. En su compañía viajo Juan de la Cosa , propietario de la nao, como maestre, no como piloto, sin perjuicio de que fuese ambas cosas. En la nao embarcó Pero Alonso Niño, piloto mayor de la armada. Demasiado joven Bartolomé de las Casas para embarcarse, en el "Diario" atribuido a Colón embarcó a su padre, no habiendo testigo que lo mencione, participando Pedro de las Casas, único portador del apellido, en el segundo viaje, según su propio testimonio. Presta el dominico arqueo de 100 toneladas a la nao, habitual en los barcos que cruzaban a Indias, reinando Carlos V, pero tan insólito en tiempo de los Católicos, como los 60 toneles, adjudicados a las carabelas. Los que iban a Poniente, a rescatar o pescar, era raro que rebasasen los 45 toneles abajo, siendo generalmente menores. Propia la Pinta de Juan Quintero, de en familia de pescadores, doblados de corsarios, habituales de las aguas de la Berbería y el Cabo de Aguer, participó en el viaje, consintiendo que el capitán fuese Martín Alonso Pinzón, que puso por maestre a su hermano Francisco, cargo ejercido en La Niña por el dueño, Juan Niño, siendo capitán Vicente Yánez Pinzón.

El 13 de julio de 1492, Alonso Fernández de Lugo, participe en la conquista de Gran Canaria, Palma y Tenerife, con Pedro de Vera, de 1480 a 1483, agraciado con heredades en el repartimiento, y residente en Gran Canaria, recibió el el encargo de conquistar nuevamente Palma. Zarpó del puerto jerezano de Alventos, quizá el 3 de agosto, en que se ubica la partida de Colón. Creo confusión, detectada en los testigos. Gonzalo Camacho , entonces "rapaz" de 7 u 8 años, recordaba haber oído decir a su padre, por 1492, que Colón y Martín Alonso se juntaron, para encontrar tierra nueva, sin decir qué “tierra era" de "las Indias", sacando del "río de Sevilla" armada, pagada por los reyes. Es probable que aproximando las salidas, se persiguiese crear cortina de humo, que permitiese hacer bailas las fechas, impidiendo al curioso relacionar la aventura colombina, con el fallecimiento de Inocencio VIII, a 25 de julio. Reunido el cónclave, el 11 de agosto se elevó fumata blanca, anunciando la elección del Rodrigo Borja, que reinó bajo el nombre de Alejandro VI, siendo uno de los papas más abyectos de la historia. Bernáldez, nos dice que Colón salió de Palos en los primeros días de septiembre. La fecha cuadra con los sucesos de Roma y con carta críptica de Isabel, que se conserva en el archivo de la Fundación Casa de Medina Sidonia, en que la reina agradece al duque servicio prestado, con orden de creer a sus mensajeros. No queriendo barcos extraños, en la estela de Colón, la reina prohibió sacar navío de puerto, en tanto no se alejasen las carabelas.

Por curiosa coincidencia, el 2 de septiembre de 1492, estando los Católicos en Zaragoza, en viaje de regreso, los monarcas se dirigieron a los concejos de Cuenca, Palencia, Ciudad Real, Dueñas y otros lugares de Castilla, productores de paños, anunciando pedido del rey de Portugal, destinado a los rescates de Guinea. Exigente la clientela, trabajarían bajo supervisión de técnicos portugueses, que indicarían colores y la calidad.

Colón zarpó con tres velas de puerto, del que salían dos flotas de pescadores al año, de 8 carabelas o más, rumbo a las pesquerías del "Reino". Escasa la expectación, López Sánchez, que tendría de 12 años, oyó que salía tres carabelas, pero no preguntó dónde iban o quién las pagaba. Ni se acercó al embarcadero, para contemplar el espectáculo. A la partida asistió el barquero, Antón Romero. Transportó en su barca hombres y bártulos, de la ribera del río a las embarcaciones. Le extrañó que siendo Colón capitán mayor, Martín Alonso señalar el día de la partida. Estuvo presente el escribano de Moguer, obligado a levantar acta, por ser la armada de la Corona y de descubrimiento y Juan Rodríguez Cabezudo, en cuya casa quedó Diego Colón, bajo la vigilancia del clérigo Martín Sánchez. Hay quien embarca como capitán a Juan Bermúdez, futuro "descubridor" de la Bermuda , pero el interesado declaró que vio partir al "almirante" con tres carabelas, asistiendo al regreso, no sabemos si por curiosidad o por ser pariente de Diego Bermúdez, marinero en el viaje. Curioso confeso Diego Rodríguez Simón, repitió lo que se decía el ir Colón como capitán "principal", solo podía deberse a real capricho, pues sabía poco de mar.

Que la historia oficial retenga a Colón en la Gomera hasta el 9 de septiembre, pudiera indicar el día que zarpó de Palos. En las aulas de los años de la posguerra de 1936, se justificaba el parón con cambio de las velas la Pinta. Redondas en origen, se pusieron latinas. Pero al ser la operación de horas, no de días, se hubo de buscar argumento más plausible, encontrándolo en amores del “descubridor” con Beatriz de Bobadilla, señora de la isla. Adjudicados a Colón por prestamistas, los que fueron socios capitalistas de Alonso Fernández de Lugo, en sus conquistas, prestan a Colón, por amante, a la viuda de Fernán de Peraza, que caso en segundas nupcias con Lugo, probablemente por entonces. A punto de regresar Colón, Fernando el Católico sufrió un atentado en Barcelona. Yendo el duque de Medina Sidonia hacía Cataluña, con intención de visitar al rey, le detuvo real misiva, fechada a 5 de febrero de 1493. Al ser necesario en Andalucía, debía regresar a su casa.

Arriba Siguiente