Carlos II, rey inoperante por ser discapacitado psíquico, favoreció apertura limitada, que permitió a geógrafos e historiadores, poner el credo colombino en entredicho, recordando que los primeros viajeros a Poniente, se dirigían a Nueva España. Contrarrestando el rumor, en servicio de la ortodoxia, Méndez Silva introdujo modificación en la leyenda, llevando al “descubridor”, en 1492 hasta México, haciéndole recorrer 1.200 leguas. Adornó la nueva “verdad”, con misa de arribada. Bernáldez, que departió largamente con Colón, saca las carabelas de Palos en los primeros días de septiembre. Proa hacia donde se pone el sol se pone en marzo, las lleva a Cabo Verde, donde hicieron escala, tardando 32 días en llegar "descubrimiento", tras navegación de 32 días. Fr. Bartolomé de Las Casas, en el "Diario" de Colón, las hace salir en los primeros días de agosto. Llevándolas a la Gomera , en Cabo Verde para los antiguos, tras parón prolongado, que termina a 9 de septiembre, las hace navegar 32 días, para llegar a la isla Guaraní. Los tripulantes de Colón, que declaran entre 1511 y 1518, coinciden en la escala en Gomera. El negro Juan Portugués, que estaba en la isla, siendo contratado por Colón como criado personal, vio entrar la nao seguida de las carabelas, cuya propiedad atribuye a Martín Alonso Pinzón. Embarcado en la Marigalante , Portugués recordaba que tocaron en Hierro. Siguió travesía tan tediosa que otro Juan Portugués, vecino de Palos, recordaba haber navegado 6 meses, sin ver tierra.
Plante recogido por la histori estuvo a punto de abortar "la gloria de España" . Según la versión oficial, una marinería de delincuentes, que sabían navegar, alarmados por travesía “ demasiado larga" , que les llevó donde nadie había llegado, temiendo despeñarse por el abismo del fin del mundo, oficiales y marineros fueron presa de "cierta flaqueza", negándose a continuar. Con ayuda del Altísimo, inspirador de la palabras adecuadas, Colón consiguió tranquilizarlos y convencerlos, consiguiendo que llegasen al final. Hubo efectivamente plante, y lo cuentan los testigos, Pero en circunstancias diferentes. Hay quien lo sitúa a 160 leguas del puerto, a 400 y hasta 1.000, que no recorrieron las carabelas, coincidiendo la mayoría en que se produjo a 800 de Hierro. Si recordamos que Bernáldez consideraba lamentable el piloto, al que habiendo navegado 1.000 leguas sin ver tierra, erraba el puerto de arribada en 10 leguas; que en 1479 Juan de Martín de la Monja , estando 500 leguas mas adentro, registraban las cajas de tripulantes y pasajeros, queriendo tenerlas inventariadas antes de llegar a la Mina , que estaba a 1.000 leguas, la alarma a 800, parece fuera de lugar.
Adquiera sentido si sabemos que estando previsto encontrar tierra a 600 leguas del puerto, entrando en el inconfundible Mar de los Sargazos se alarmasen los marineros, pues hasta el más sabía que habían andando 200 leguas de más, incidente que consignan en los testimonios. Fernández de Oviedo, cronista de Indias postcolombino, nos dice que partiendo del Río Marañon, que estaba en Hierro, navegando 600 leguas en dirección noroeste, se daba en la Mar Pequeña y Tierra Firme.
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Las armadas de 3 carabelas, eran habituales |
Cuanta la versión oficial que las tripulaciones, con Martín Alonso al frente, comunicaron a Colón la decisión de desandar lo andado. Haciéndose acreedores a discurso florido y convincente del "descubridor" , que les hizo cambiar de opinión. Pero los presentes no atribuyeron el cambio la convicción. Intervino promesa de recompensa y al prestigio de Martín Alonso. Fingiendo consultarle, el Almirante publicó que aconsejaba seguir, calmando los ánimos.
Juan de Jerez hizo gala de ironía, atribuyendo el pánico a conjunción favorable. Impulsados a Poniente por corrientes y vientos, la chusma temió que de seguir, no podrían regresar. Juan Niño contaba, el segundo viaje, que en el primero, estando en "mitad" del golfo, los maestres de los tres navíos se “juntaron”, para pedir a Colón que pusiese proa a Castilla, temiendo que la persistencia de los levantes, estorbase la vuelta. El "descubridor" respondió a la española: si Dios les daba buenos vientos a la ida, los daría mejores al regreso. García de Vallejo, haciendo gala de memoria, declaró que a 6 de octubre, Pinzones subieron a la Marigalante , inquietos por no haber dado en una tierra, que debían haber encontrado. Pidió el genovés 24 horas de paciencia, dándoles licencia para cortarle la cabeza, si en el plazo fijado, Admirado por la entereza, Martín Alonso convenció a la chusma con arenga, imposible sin ensayo previo.
Los extremistas presentan chusma hirsuta, dispuesta a linchar al “descubridor” , que les apaciguó con argumento irrefutable: si mataban al hombre providencial, que conocía el camino, de conseguir regresar, lo reyes les harían cortar la cabeza. Peligroso el hombre sin esperanza, el genovés cerró la arenga con promesa que de no encontrar tierra en tres o cuatro días, les conduciría en el regreso. Bien visto denigrar a Martín Alonso, muerto en real desgracia, el autor de la versión le atribuye el ofrecimiento de ahorcar media docena de marineros, con ayuda de sus hermanos, por el ejemplo, tirando los cuerpos al mar.
Según otros, entrando en el Mar de los Sargazos, se cumplió la profecía de Pedro Vázquez de la Frontera. Inquieto Colón por las “hierbas”, mando disparar una lombarda, para que se detuviesen las carabelas, que contra leyes de la mar, respetadas hasta por los pescadores, rebasaban a la capitana, marcando el rumbo. Puesta la nao a la altura de la Pinta , Colón mandó emprender el regreso, negándose Martín Alonso. Al apuntar testigo que algunos "se volvieron", hubo historiador que adjudicó a la "armada" una cuarta carabela. Parece ser cierto que los Pinzones siguieron adelante, iniciando la Marigalante la maniobra para volver por donde venía, pero al quedar sola la nao, la chusma le desobedeció al Capitán Mayor, considerando más seguro seguir la estela de las carabelas. Hernán Pérez, que visitaba a Martín Alonso en la Rábida , estando en su lecho de muerte, oyó de sus labios que estando a 800 o 900 leguas de "Fierro", Colón se derrumbó, clamando que quien "les vio partir, no los vería regresar". Replicó Martín Alonso que seguiría adelante, hasta dar en tierra, dejando a la nao definitivamente atrás.
Puede que no fuese uno, si no varios los incidentes, pues son muchos los testigos, que aluden a error de rumbo. Empeñado Colón en mantener el que inspiró su cacumen, desatendiendo a Martín Alonso, que insistía en mudarlo una cuarta al sudoeste, rebasadas en 200 las 600 leguas, que separaban Hierro de la tierra que buscaban, Colón llamó a consulta a los Pinzones. Mordaz Vicente Yañez, aconsejó al superior seguir por donde iban hasta las 2.000 leguas. Nutrida la despensa, podrían llegar y regresar sin apuros. Martín Alonso se limitó a repetir el consejo. desde hacía días: para encontrar tierra, había que mudar el rumbo. Cedió Colón, tan convencido del saber del paleño, que a la puesta de sol lanzó grito personal de “tierra”, sin asomar por ninguna parte, temiendo que se le adelantasen, privándole de gloria y prebendas.
Confundiendo los tiempos, el que separa el cambio de rumbo del “descubrimiento”, oscilando de 24 horas a una semana. Acogiéndose a la versión oficial, Bernáldez, cuenta que los marineros se amotinaron, calmándoles Colón con ayuda de sus capitanes y ciertas "aves" que aparecieron a medio día, indicando la proximidad de tierra. Según Juan Quintero, las “aves”, galleguillos y papagayos, se presentaron pasadas 48 horas del cambio de rumbo, comentando Martín Alonso que viniendo de tierra, “en tierra habrían de dormir” . Según otros tripulantes, se limitó a decir: “entre tierra andamos”. A la puesta del sol siguieron a los pájaros.
En la tarde del 10 de octubre, queriendo que el grito de "tierra" partiese de las Marigalante, Colón puso vigías en la coca, la popa y las jarcias. Quiso el piloto mayor Pedro Alonso Niño amainar, pero el "descubridor" se negó. Sabiendo sus conocimientos librescos, sus conocimientos, Niño acudió al libro que llevaba Colón, el de Mandeville según Bernáldez. Indicaba que estaban a 16 o 20 leguas de costa, en peligro de de topar con bajo, que les detuviese para siempre. Cristóbal García, piloto de la Pinta , aconsejó arriar velas durante noche. Colón mandó largar trapo, replicando García que cuando oyesen gritar a los de la nao, no iría a socorrerles, prudencia que no estorbó para que el grito de "¡Tierra!" partiese de la Pinta , de noche y en el segundo "cuarto de la hora prima, rendida”. Se adjudica a un Rodrigo de Triana inexistente, pues el único Triana que aparece, se llamó Alonso.
Los que estuvieron presentes se lo adjudicaron a Juan Rodríguez Bermejo, vecino de Molinos, lugar de Sevilla. Encaramado en la coca miraba al fondo del agua, escrutando bancos y bajos. Al salir, la luna iluminó un "cabezo" de arena. Levantando la vista, descubrió un perfil de costa y fulgor de hogueras. Heterodoxo que a lo largo del viaje, la carabelas navegasen adelantadas, con respecto a la Marigalante , posición que admite hasta Fr. Bartolomé de las Casas, el grito no puede ser más ortodoxo, pues en cualquier viaje se lanzaba en la proximidad de tierra. Martín Alonso hizo disparar una pieza hacia la Marigalante , que seguía "trasera". Puesta la nao a su altura, Pinzón pidió al capitán mayor, las "albricias" prometidas, concediendo Colón, muy a su pesar, el regalo cicatero de 5.000 maravedís. Peligroso entrar en rada de noche, aguardaron hasta el día siguiente, 11 de octubre, para bajar a tierra, suceso que se retrasa al 12, para hacerlo coincidir con el día de la patrona de Aragón.
Ciertos tripulantes de la Pinta ofrecieron diferente versión. Detenido Colón detenido en las "hierbas", los Pinzones llegaron a las islas tan adelantados, que Martín Alonso tomó posesión y amojonó San Juan y otras islas “comarcanas”. Amojonaba Santo Domingo, cuando apareció la Marigalante. Ciego de cólera, Colón acusó a Martín Alonso de desacato. Contestó que de no haberle desobedecido, no habría tierra que amojonar, prometiendo acudir a la justicia, aclarando a quien correspondía el "descubrimiento". Prometió el ya Almirante a su segundo, que "le haría ahorcar de su puerta", admitiendo el mayor de los Pinzones que lo merecía, por haber puesto vida y honra en manos de un botarate.
Los que asistieron a suceso, no mencionan la isla Guaraní, como punto de arribada. Declaran unánimes haber tocado en la Española de Santo Domingo, Hatí para los naturales. Juan Pérez, el primero que saltó a tierra, recibiendo las albricias que le tocaban, lo hizo en Isabela la Vieja , primer “poblamiento“ de cristianos, al norte de la isla, pues bajaban del Mar de los Sargazos, en puerto de arribada, viniendo por la ruta del norte.
Encontró Pinzón "muestras" de oro. Y Colón le recluyo a bordo, con el resto de las tripulaciones, queriendo rescatar sin competencias. Indignados todos, cuentan que Martín Alonso, informado por naturales, con los que se entendía sin problemas, de que en la “isla” de Hayani había oro en abundancia, se escurrió con la Pinta sin despedirse, en la noche del día en que apareció Colón. Navegando rumbo al sudoeste, se manejó prodigiosamente en mar ignota, pues sorteó los bajos de las 7 Babuecas, para desandar las 200 leguas, que anduvieron de más. Ancorando en río acogedor de Española continental, en costa conocida por “Asia”, desembarcó en la actual Costa Rica, Isla de San Miguel, en la "conquista" de Portugal, al sur de Cabo Bojador, navegando aguas y pisando tierra, vedada a portugueses y castellanos por los jueces de Roma. En compañía de 12 hombres penetró 30 leguas al interior, "por otra parte de la vega, que se dice la Española , hasta Maguana” . Invitado por los caciques Caonabo y Behechio, en el curso de los 45 días, que anduvo perdido para Colón, acopió 900 pesos de oro, sorteando incidente enojoso. Cotizada la plata por no haberla, un natural se enamoró de copa que sacó Martín Alonso, para beber en una fuente. Hubiese podido pedirla pero prefirió robarla. Pinzón no le denunció, por no enrarecer el ambiente, estragando los rescates.
No es de excluir que Martín Alonso entrase en el río Lagartos o Chagres, en este viaje, matando el "lagarto", cuyo pellejo rellenó de paja, para regalarlo al Monasterio de la Rábida. Quedó colgado del techo de la iglesia, continuado la costumbre fenicia de colgar cocodrilos o caimanes en sus templos. En el Monasterio de San Isidoro del Campo, tras falso techo posterior, se encuentra el original del siglo XIII, en el que parecen significativos "lagartos". Al no caber en la historia las 200 leguas, que navego Pinzón entre las dos Españolas, por ser indicio inequívoco de que conocía aquella mar, se admite la escapada pero de 6 leguas, haciéndole fondear en río, al que pusieron su nombre, a 6 horas a pie de la rada, en que dejó a Colón. Llegado el tiempo de regresar, Pinzón contrato indios con sus canoas. Proveídos de carta de marear, buscaron a Colón, con orden de conducirle a la bahía de Cataski, Puerto Real para los españoles, “isla” de Montecristi en la historia, al Norte del Cabo Bojador, en la “conquista” de Castilla. No respetó Pinzón la prohibición de Roma, pero sí la “conquista” del rey de Portugal. Siendo Colón capitán de la corona, a más de no tener relación con lugar privilegiado, debió considerar improcedente introducirle donde no le correspondía estar.
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Pérdida de la nao de Juan de la Cosa |
El periplo de Colón, en las seis semanas que navegó en solitario, no parece haber sido partida de placer. Perdida la Marigalante en la rada de Isabela, es posible que se le haga tocar en Guaraní, por otro nombre San Salvador, visitando dos islas más, antes de tocar en la Española , por no confesar que perdió el barco en el primer bajo, apenas se acercó a tierra. Los presentes declaran que la tripulación de la nao, con Colón al frente, embarcó en la Niña, no quedando hombre en tierra, testimonio que no impide a Las Casas y otros autores, afirmar que quedaron 40 hombres. El dominico los aloja en fuerte de madera y fajina, llamado Navidad, adjudicándoles la misión de buscar lugar apropiado para poblar y las fuentes de oro, en tanto Colón hacía viaje a Castilla y regresaba. Según otros quedaron al raso, o repartidos por las chozas de los naturales. Conociendo a de su público, Bernáldez excita la credulidad, agitando el señuelo del secreto oficial, al decir que quedaron en tierra, porque habiéndose ausentado la Pinta , no cabían en la Niña, supuesto sin consistencia, de haber estado Martín Alonso estaba a 6 leguas. El disciplinado Fernández de Oviedo, aventura que Colón hundió la nao voluntariamente, para convertir en pobladores a unos marineros, sin intención de serlo. que no tenían intención de serlo. De la perdida de la nao, hay testimonio documental, en real provisión de febrero de 1494, otorgando licencia a Juan de la Cosa , para sacar 200 fanegas de trigo de cualquier lugar de Andalucía, salvo Sevilla, para llevarlo a Guipúzcoa o Vizcaya , "porque en nuestro servicio e nuestro mandado fuistes por maestre de una nao vuestra a las mares del Océano, donde en aquel viaje fueron descubiertas las tierras de las Islas de la parte de las Indias, e vos perdistes la dicha vuestra nao".
Colón embarcó una decena de indios, a los que se presta la función de intérpretes. De ser cierto el aislamiento de Indias, únicamente la hubiesen podido ejercer mediando el Espíritu Santo. Cautivos para los más, entra en lo posible que fuesen viajeros voluntarios, con contactos o negocios en Andalucía. Saliendo de Isabela, continuaron descubriendo. Costearon Cuba, a la que llamó Juana el genovés, sin encontrar interlocutor. Aleccionados los naturales por visitas de los Peraza, Pedro de Vera y en fecha reciente, de Alonso Fernández de Lugo, sin contar espontáneos, huían al interior apenas atisbaban vela cristiana. No habiendo sido frecuentados los del extremo occidental de la isla, trabaron conversación con los españoles, siendo informados de dos provincias, extensas y ricas en oro, que se encontraban a Poniente de la isla. La una llamada Naam, como la última "Chaunaria" de Hannon y el cabo considerado límite de su conquista, por los portugueses, cuyos habitantes vestían túnicas. No siendo lícito para los americanos avergonzarse de lo creado por la naturaleza, teniendo por costumbre vivir desnudos, les ridiculizaban, acusándoles de cubrirse, porque tenían cola. Visitadas las islas de Caníbales, a las que pertenecían Santa Cruz, Guadalupe, Dominica, las Once Mil Vírgenes y otras islas de "aquella cordillera”, la Niña se metió en el Jardín de la Reina , costeando Jamaica. Frecuentadas, los naturales se acercaron a la carabela en canoas, algunas de 8 bancos con 80 remeros, ofreciendo oro a cambio de camisas y bonetes. Al señalar que eran hombres "de color rojo y blanco, más que negro”, Las Casas admite la presencia de población morena. Mojaron otra vez en la Española , siendo probable que buscasen la ruta de España, pues subiendo a las Lucayas, “descubrieron” Santa María, Fernandina y San Salvador. Menos avezado Vicente Yañez Pinzón que el hermano, no debió encontrarla, pues los indios de Martín Alonso encontraron a las Niña saltando de isla en isla.
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Canarias actuales: periplo "necesario" de la carta. |
Fondeada la Niña en Cataski o Puerto Real, apareció Pinzón. Enterado del periplo, el genovés montó en cólera. Prohibió llamar "de Martín Alonso" al río, donde estuvo la Pinta , poniéndole Puerto Gracia y Tierra de Gracia a Tierra Firme, elección desgraciada, pues el topónimo no prevaleció. A punto de zarpar el Almirante, para reunirse en el mar con Martín Alonso, apareció en la playa un indio, ofreciendo a gritos un "diaho". No le entendió el genovés, pero sí Vicente Yáñez. Dotado de don de lenguas paranormal, explicó que “diaho” significaba "hombre de oro", cuyo valor giraba en torno a los doscientos cuentos o millones de maravedís. Justificaba la oferta retraso y regreso a tierra, pero el “descubridor” no soportaba un segundo más en su descubrimiento. Despreciando el regalo se hizo a la mar, siguiendo a la Pinta. El piloto Gonzalo Díaz, residente en Cuba, explicó que al ser contrarios vientos y corrientes, no siguieron el camino, que llevaron a la ida, poniéndose “debajo del norte" para regresar a Castilla, como cuantos hacían el viaje por entonces, emprendiéndolo envenenado, por las agarradas constantes de Colón con Martín Alonso. Pasando por “pescadas” o Bacalaos, en la "costa de Berbería", encontraron faenando a Pedro Ortiz, el onubense que se desmarcó de la empresa, alegando oposición del suegro. Queriendo probar que estuvieron donde se proponía ir, le enseñaron los indios y otras "muestras" de la tierra, de barco a barco.
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1494 Diciembre. Dos avisos de armadas de Indias. Collantes |
Entre las pruebas que se esgrimen del "descubrimiento", destaca por rebuscada, carta que se supone dirigida por Colón a Luis de Santangel, supuesto financiero de la empresa, comunicando el éxito de la jornada. Los organizadores del V Centenario del suceso, acordaron distribuirla desde al aire, a escala universal, encargando la coordinar la traducción a cuantas lenguas se hablan en el mundo, a erudito Francés. Estando la misiva fechada en las Islas Canarias, alguien hizo notar al responsable del proyecto , en el curso de conversación anodina, el extraño periplo de Colón. Difícil por no decir imposible, navegar a vela de las Antillas a las Canarias, complicado hacerlo de estas islas a las Azores, para seguir a Lisboa, aconsejó acompañar la misiva de explicación, que justificase el capricho. Alguien debió reflexionar, pues el proyecto abortó. Hoy sabemos que Canarias y Antillas son las mismas islas. Y que de haber sido cierto el envío de la carta, implicaría la presencia de un tercer barco, ajeno a la armada, cuyos tripulantes hicieron el viaje de ida y vuelta, sin ayuda de Colón. También sabemos que Luis Santangel escribano de raciones con posibles, no financió empresa, por ser suficiente el cuento de maravedís, aportado por la reina.
Terminada la conquista de Palma, Alonso Fernández de Lugo regresó en febrero de 1493, con carga de "canarios esclavos", entrando por Puerto de Santa María en febrero de 1493. La Pinta y la Niña lo hicieron en marzo, por el puerto gallego de Bayona, coincidiendo con representación nutrida de paleños, que regresaban de Flandes, entre los que se encontraba Arias Pérez. Continuó viaje en la Pinta. Bernáldez , ateniéndose al los hechos, hace entrar las carabelas en Palos, el 23 de marzo de 1493, sin escalas, cerrando periplo de seis meses y medio, según sus cuentas. En de diciembre de 1494, el correo sevillano Fernando Collantes, inquilino de edificio expoliado a judío expulso, pidió a los reyes que le otorgasen la vivienda en propiedad, por llevados aviso a Barcelona, donde estaban los reyes, por dos veces, de la entrada de carabelas, procedentes de Indias. En el curso de 1493, regresaron la armada de Alonso de Lugo y las carabelas de Colón, en la primavera, siendo la siguiente armada de Indias, que entro en Andalucía, la de Antonio de Torres, que llevó socorro a la Isabela de Monte Juan, que entró en marzo de 1494.
Juan II de Portugal, se enteró del periplo colombino y la intromisión de Martín Alonso en su conquista, por sus propios medios. Habitual como particular paleño, navegando en nombre de la corona, no estaba en el derecho de rescatar ni visitarla. En carta de Isabel dirigida a Colón, que Diego aportó al pleito, Isabel se refiere a la presencia de embajada en Barcelona, portadores de la debida protesta, por la actividad de Martín Alonso y la violación de la prohibición vaticana. Ratifica el enfado del rey de Portugal misiva de los Católicos, conservada en el archivo de la Fundación Casa de Medina Sidonia. Fechada a 2 de mayo de 1493, los monarcas agradecen a Juan de Guzmán aviso de la armada que preparaba Juan II, para ir a las islas que “descubrió” el "Almirante Cristóbal Colón, por nuestro mandado". Agradeciendo el ofrecimiento de ir a su encuentro con la propia, los reyes agradecen y declinan la oferta. El Duque se limitaría a embargar cuantas carabelas hubiese en los puertos andaluces, poniéndose en contacto con el bachiller de la Torre y Juan de Fonseca, obispo de Badajoz, arcediano de Sevilla, a cuyo cargo estaban las armadas, cuanto tocaba a "descubrir" y las navegaciones a Indias, a quien tocaba designar los navíos, que habrían de formar la que estaba en proyecto. De la carta se deduce que al menos tres personas, sabían donde esta América: Colón, el rey de Portugal y el Duque de Medina Sidonia.
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1493 Martín Alonso murió por Abril |
Inadmisible lo evidente, por estar en contradicción con la historia políticamente correcta, Las Casas, Fernández de Oviedo y autores posteriores, subsana el fallo, introduciendo escala de Colón en Lisboa, con audiencia de Juan II por aditamento, carente de sentido, leyenda que como otras muchas, referentes al caso, se introdujo a través de los pleitos de los Colones. Reinando Carlos V, testigo debidamente instruido hizo hablar a los muertos, recurriendo a tormenta, no mencionada anteriormente, para meter a Colón en Lisboa, eventualidad que le obligó entrevistarse con el rey de Portugal, dando cuenta de su periplo.
No hay indicio de que en Palos hubiese recibimiento extraordinario, ni tampoco recibimiento. A sus 85 años, Fernando Pérez Camacho recordaba que viendo "venir" los barcos, subió a bordo, encontrando a los inquisidores en la Pinta , girando visita habitual a los navíos, que regresaban de tierra de infieles, enemigos de la fe. Colón les enseñaba carátulas de oro, alabando la abundancia de las islas. Sánchez Cabezudo se personó para dar cuenta de Diego. El descubridor agradeció los cuidados, dispensados al hijo, con un “trozo de oro", que "cortó" del que llevaba un indio. Alonso Pardo, escribano de Moguer, asistió a la llegada como estuvo en la partida, por razones profesionales, inscribiendo en sus libros, a nombre de Colón, los “descubrimientos” de La Española , Guadalupe y las Once Mil Vírgenes, que traía “pintadas”. Pedro Anríquez, se acercó a saludar. Lo agradeció Juan Quintero Argenta, con 4 pesos de oro, declarando Juan Quexo, que asistió a la llegada, no habiendo oído antes ni después, que fuesen a descubrir, ni que hubiese tierra por descubrir, siendo Colón el primero que trajo "tierra nueva", dibujada en un lienzo. Días después circulaban por Sevilla mapas impresos, en los que aparecían las “islas”, aprovechando Colón la publicidad para vender cuadrantes, tablillas y esferas, obra de sus manos.
En Palos no se comentaron indios, plumajes, pájaros, rarezas y oro. La comidilla era la espantada del "descubridor" y la pérdida de la Marigalante. Conocido que el genovés intentó volverse, pues siguió a Pinzón por no tener otro remedio, se publicó por calles y plazas que de no ser por Martín Alonso, no hubiese habido descubrimiento, ni hubiesen sabido regresar. Alojado Colón en casa de Martín Alonso, las peleas entre ambos fueron continuas. Indica que el paleño entró con buena salud, el que su hijo Juan Martín, el menor, marchase a Madeira, en busca de azúcar. Por el pueblo corría que Pinzón preparaba viaje a la corte, para denunciar a Colón, por robarle el descubrimiento, no faltando testigo confundido, que le hace partir con el “descubridor” , matándole en camino. Hernán Pérez, amigo del mayor de los Pinzones, contó que asustado por la amenaz de llevarle preso a la corte, repetida por Colón con insistencia, Martín Alonso se encerró en “heredad” que tenía en Moguer, donde cayó enfermo, la familia le ingresó en el hospital de La Rabida. Según Francisco Medel, la enfermedad le asaltó en la casa de Palos.
El posible que la causa del mal fuese real carta, procedente de Barcelona. Viendo al correo, los vecinos creyeron que los reyes llamaban a su paisano, para escucharle, pero en la carta, dirigida a Colón, no se le mencionaba. La reina instaba al "descubridor” a que se pusiese en camino, pues urgía que tras breve estancia en la corte pasase a Cádiz, para sacar nueva armada. A su paso por Sevilla, dejaría ordenado lo que necesitase, pues estando alterado el rey de Portugal, convenía ganar tiempo.Según la tradición, cuatro de los diez indios embarcados murieron en el viaje, pero según Bernáldez, el cronista más próximo al hecho, quedaron en Sevilla de su voluntad, por estar bien relacionados. Martín Alonso fue enterrado en abril, en el convento de La Rábida , donde murió. Unido a Catalina Alonso, que no casado, dejó de matrimonio anterior dos varones, Arias y Juan y tres hijas, Mayor, Catalina y Leonor. Pidieron a la justicia que desalojase del domicilio del difunto a la Alonso , dándoles la posesión.
Colón cruzó los reinos de Castilla y Aragón a lomos de mula, con séquito de indios y pájaros exóticos, que no excitaron excitado la curiosidad de un pueblo, curioso por naturaleza. No generó el periplo comentario en los anales, ni romance, ni fue mencionado por falsos testigos, obligados a dar credibilidad a su testimonio, adobándolo con sucesos notorios y conocidos, que le prestasen credibilidad. Inmerso en la indiferencia, no cronista coetáneo que recogiese su "gesta", si excluimos al oficial Bernáldez. Rafael Catano, contador del Almirante en su viaje, se refirió a indios y carátulas con naturalidad, valorando Diego de Alvarado las diademas de oro, sin prestarles mayor importancia que la de probar la estancia en Indias. En párrafo de El Príncipe, dedicado a Fernando el Católico, Maquiavelo no alude al "descubrimiento". Nos dice que el rey, "alegando siempre el pretexto de la religión", tras borrar el reino de Granada, emprendió la "conquista de África", sin aludir al paseo de Colón, por las Islas de Indias y Tierra Firme, menos interesante para los intelectuales de su tiempo, que la guerra emprendido por Alonso de Lugo. en Palma, Tenerife y Berbería. Rabelais aplaudió el hallazgo del Estrecho de Magallanes en 1521, pero se abstuvo de aludir al descubrimiento de 1492.
Silenciada la reacción de Juan II de Portugal, los historiadores la omiten, guardándose de hacer alusión al pleito en curso, en torno a la isla de San Miguel y las pesquerías de Cabo Bojador. Iniciado en 1490, bien pudiera quedar la bula de 3 de mayo de 1493, en sentencia arbitraria, dictada por Alejandro VI. Adelantándose a la crítica, el Borgia acudió a la "causa eficiente" , argumento escolástico, para reconocer en Isabel predestinada por el Altísimo, para lleva la luz del Evangelio a continente ignoto, virgen en lo espiritual, inspirándoles sueño, que acarició desde la infancia. Prestados al Sumo Hacedor los servicios, de introducir el Santo Oficio en el reino, expulsar al poder el musulmán de Granada y a los judíos de Castilla, le presentó al profeta Colón, iluminando a la reina para que captase el mensaje, procurando a Colón los medios que le permitieron descubrir el Nuevo Mundo, adquiriendo Isabel derecho de tutela sobre muchedumbre de almas, albergadas en cuerpos que "vivían desnudos por los montes" y "no comían carne" , descripción de los americanos, que cuadra con los "salvajes" de Mandeville. Cara la conversión multitudinaria, el Altísimo agregó al presente oro, plata, piedras preciosas, especies y otras cosas "de precio" otorgando el monopolio a la reina y sus sucesores. Traduciendo el mensaje divino, el Papa modificó el reparto del reino de Fez, restituyó a los Católico la “isla” de San Miguel o Río de Oro, partiendo las conquistas por meridiano, situado 100 leguas a poniente de las Azores y de las Islas de Cabo Verde, frontera entre la Tierra Alta castellana y la Tierra firme portuguesa, "demarcación" de las "conquistas", fijada en los llamado "Acuerdos de Santa Fe".
Comprendidas en islas de Cabo Verde las Antillas de Barlovento y la península de Paria, la nueva demarcación coincidió con la antigua, quedando limitada la perdida de Portugal al istmo e hipotética conquista del Imperio Inca, quedando en entredicho la propiedad de Hierro y Gomera, por estar a barlovento de Paría, eventualidad que no parece haber inquietado a los Católicos. Los episodios que siguieron, incluida la firma del tratado de Tordesillas, indican que el Papa se abstuvo de remitir traslado de la "Intercaetera" al rey de Portugal, absteniéndose los Católicos de exhibirla ante sus embajadores, presentes en Barcelona en el otoño de 1493, recabando explicaciones de lo sucedido en 1492.
Fue una suerte para Isabel y Fernando, que en el curso del año desapareciesen eruditos y grandes, relacionado con el África Occidental. Se dice que murió el cronista Alonso de Palencia, aunque es probable que se extinguiese con anterioridad, su colega, el duque de Medina Sidonia, Enrique de Guzmán, veterano de Allende, el Conde de Miranda, que no quiso vender 5/12 de Palos y Rodrigo Ponce de León, Marqués de Cádiz, elevado a duque de Cádiz. Heredero nieto menor, los monarcas aprovecharon la debilidad de la casa, para enmendar el fiasco de Puerto Real. Compensando al muchacho con transformación del condado de Arcos en ducado y confirmación de señoríos en la sierra, adjudicados al abuelo, en el reparto de Granada, incorporaron Cádiz a la corona.
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1493 En tráfico de Berbería, centrado en Cádiz |
A 9 de mayo de 1493, los Católicos concentrando el tráfico de Berbería en la bahía gaditana el tráfico con Berbería, prohibiendo cargar o descargar en otro puerto mercancía, que tuviesen por origen o destino las partes de Poniente, argumentando regresaban a “costumbre inmemorial”, prohibiendo que transitasen por puertos menores. La provisión procuró aliados a Juan de Guzmán, III duque de Medina Sidonia, en el pulso jurídico que mantenía con la corona, en defensa del derecho ancestral de Sanlúcar, a traficar directamente, con lejana costa de moros. Señor de Puerto de Santa María, el Duque de Medinaceli, pese a ser castellano y residente en Cogollado, alzó voz airada, recordando a los reyes que los vecinos lel Puerto comunicaba directamente con Berbería desde que se fundó la villa, sin que a los justicias de Cádiz se les ocurriese inmiscuirse, por saber que carecían de competencia. Comprendiendo que se habían precipitado, los Católicos nombraron juez pesquisidor, que perdiéndose por los vericuetos de la burocracia y la ley, permitiesen aparcar la idea, a la espera de que germinase el real monopolio de Indias. Firmada la provisión en Zaragoza a 16 de diciembre, únicamente fueron obligados a entrar y salir por Cádiz, barcos fletados por la corona , con destino a las Islas de Indias y Canarias.
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1493 Incidente en Cabo de Aguer. Concordia con Palos |
En carta de 24 de mayo de 1493, dirigida a Colón y fechada en Barcelona, probablemente entregada en mano, los reyes le encomendaron oficialmente la armada, que había de ir a conquistar y "señorear" las Islas y Tierra Firme. Embargados los barcos por el obispo Juan de Fonseca, cuidaría de proveerla de artillería, armas y pólvora, en previsión de encuentro con armada del rey de Portugal, llevando instrumentos de navegar, a falta de Pinzones. Tratado el genovés de almirante el 2 de mayo, hasta el 28 no recibió el nombramiento de “Almirante de las Islas de Indias”, con carácter hereditario, dando la razón a Bernáldez y Fernández de Oviedo, que lo posponen al regreso del “descubrimiento". Se adjunten al cargo las preeminencias de los almirantes de Castilla y León, supuesto que queda en declaración de intenciones, pues no fue relevado el Enríquez, Almirante Mayor de turno, ni mermadas sus atribuciones. Circunscrita la jurisdicción del Colón a las Islas y Tierra Firme, descubiertas y por descubrir en el Mar Océano, a la "parte" de Indias, más bien parece lugartenencia. Al almirantazgo se sumaron nombramientos de virrey, gobernador y capitán general, de los mares y tierras que descubriese, con carácter vitalicio. En el último nombramiento se prohíbe a Colón, sus subordinados y pobladores en general, acercarse a la Mina , por ser del rey de Portugal, usando mismas palabras que en la provisión de 30 de abril de 1492.
Enterados de que la corona de Castilla se adueñó de las Islas de Indias, Diego Garrido y compañeros calaron las redes en el Cabo de Aguer, sin pagar alformaje. Burocrático y unilateral el cambio, 20 "moros" de Casamasar, villa de Allende, acudieron en una zabra, con intención de cobrarlo. Seguros de no ser castigados al regreso el daño, que hiciesen en las "pesquerías" de "lejos" y el "Reino", los paleños arremetieron contra los infieles, que entraron en aguas de Castilla, sin las debidas licencias. Llevada la presa a Palos, provocó escándalo fue mayúsculo. No estando los vecinos dispuestos a romper "confederación" ancestral, con los moros del Cabo, que a cambio de módico alformaje, les permitían pescar en sus mares y ríos, rescatar libremente y proveerse de agua, leña y despensa, reparando sus barcos con madera local, obligaron al corregidor a secuestrar a los cautivos, alojándolos en casas de vecinos, a la espera de transporte que les repatriase. Garridos y Quinteros acudieron a la corona. Ofrecieron pagar el quinto, cuando les restituyesen la presa, acusando a sus convecinos de vender a los moros armas, trigo y otras mercancías prohibidas, chivatazo de utilidad evidente, pues permitía retirar de la circulación a molestos veteranos de Allende, que los Católicos agradecieron, declarando la presa “ganada en buena guerra”. Firmada la provisión a 27 de noviembre de 1493, marca el principio de la decadencia de Andalucía. Y de la destrucción de Allén Mar.
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