1496 Navíos de Francia hicieron daño en costa del reino.

En la otra conquista

Alarmados por la actividad de Colón y la inminente entrada en vigor del Tratado de Tordesillas, los "señores" de Poniente tomaron precauciones. Inés de Peraza quiso hacer torre en Lanzarote, a orillas de la Mar Pequeña. Y Juan de Guzmán recordó que muerto el padre, había olvidado tomar posesión de las "Islas del Cabo de Aguer". Apoderados Bernabé Pinelo y Francisco Castellanos, arribaron al puerto de Zebedique a 5 de agosto de 1496, celebraron ceremonia, repetida el 14 en el Turucuco y el 18 en Galebarba. Recibidos por señores, jeques, alformares y cabezas de las cabilas, los "alárabes" juraron por su "Alcorán y Alquabra", en nombre de los presentes y ausentes, nacidos y por nacer, que seguirían, obedecerían y servirían al Guzmán, como "buenos y leales vasallos", abriéndole las puertas de ciudades y fortalezas de día y de noche, como a señor, pagándole sin resistencia las parias, que dieron a los "reyes pasados", a condición de que le defendiese de enemigos, asegurando abastecimiento regular de trigo y otros productos europeos, pagados con puntualidad y en oro. Indica la vetustez del señorío, que la ceremonia se cerrase paseando las armas de los Guzmanes por la tierra, al grito de "Niebla, Niebla".

Francia no tardó en replicar con nueva guerra, a la clausura de Indias. Carta críptica, a las que tan aficionada era Isabel, fechada a 13 de septiembre de 1496, indica que tocó al Guzmán. Habría de dar "entera fe y creencia", a cuanto le dijese el obispo de Badajoz, Juan de Fonseca. El 16 de noviembre el duque de Medina Sidonia estaba en Cádiz. Emplazada la artillería, reparada la fortaleza y provista la ciudad de gente, hubo de escuchar al obispo, encargado de informarle de los daños causados por franceses, en las costas del reino. El que padeció Diego de Cabrera, antiguo factor de Inés de Peraza. Está documentado. Transportando materiales para la obra de torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña , franceses atacaron su carabela, hundiéndola en aguas de Lanzarote. El 4 de abril de 1497, los reyes agradecieron al Guzmán los servicios prestados, recordando mercaderes y pescadores de Puerto de Santa María, habituales del Cabo Verde de "ultramar", que en tiempo de la guerra con Francia navegaban amparados en flota, porque los corsarios enemigos infectaban el mar.

1496 Junio 22 Orden de hacer Torre en Santa Cruz
1496 Agosto 5 Posesión Zebedique

La intransigencia castellana, consecuencia de codicia tan ilimitada como obtusa, que impulsa al poder a rapiñar hasta el último maravedí del vasallo, descapitalizándole para que no pueda generar muchos más, se hizo patente en Indias. Arrasadas repetidamente las Canarias, por una guerra que al justificar el tráfico de esclavos, se declaró necesaria, en la conquista colombina sería la conversión obligada, el instrumento que legalizó el despojo. De haber sacado cuentas, en lugar de dejarse deslumbrar por la rapiña del oro, los monarcas hubiesen comprendido que Portugal obtenía beneficios suculentos, porque se contentaba con parias moderadas, trocando con profusión en sus factorías, sin inmiscuirse en cuestiones de fe y gobierno interno, competencia del Xarife. Siguiendo la tradición, Manuel I, rey "dos Algarves, d'aquem e d'alem mar en África, senhor de Guiné", no se sintió disminuido ni agredido, por la presencia de monarca musulmán en su conquista. Compatible el señorío de behetría del poder superior del rey de Fez, recibió en Lisboa embajadores de los "jeques" de Meça y Azamor, que le dieron vasallaje en nombre del reino, devolviendo el rey la visita, a través de apoderado, a principios de 1497. Como en el caso del Guzmán, le dieron la posesión jeques y señores, en ceremonia similar, a la celebrada en las Islas del Cabo de Aguer.

A cambio de defensa y abastecimiento, prometieron al Avís tributo anual de dos caballos, las parias habituales, exención de ancoraje para sus navíos, pagando sus vasallos el que tocaba a los naturales, como los del reino en puerto de Portugal, disfrutando en la mar, de la protección del almirante y capitanes de Manuel I. Libres los barcos matriculados en la "conquista", de acostar en Portugal, los viajeros no podían embarcar sin salvoconducto del factor, ni en barco que no perteneciese al rey portugués, que a cambio de la limitación, los alimentaba durante el viaje a su cuenta.

Autorizado Manuel I a construir fortaleza con almacén, destinada a factoría, mandarían de Portugar maestros, canteros y caleros. Abundante la piedra de cal, al no utilizarla, los de la tierra no sabían cocerla. Ofrecieron aportar peones, arena, agua, piedra y medios de transporte, a cambio de los salarios y "precios" acostumbrados, prometiendo hacer cuantas calzadas quisiese el rey, en la mismas condiciones. En tanto se terminaba el castillo, los jeques prestaron casa "suficiente" al factor, para albergar familia, criados y mercancías. Costumbre del Inca y el emperador azteca, tener en la corte hijos de nobles provincianos, a título de rehenes, que aprendida la lengua y costumbres de la capital, las difundían por el reino, los de Meça y Azamor, en garantía de que no cambiarían de opinión, entregaron a los reales apoderados 15 muchachos, hijos de notables, que alojados en Lisboa, hasta el término de la obra, importasen el idioma y las maneras portuguesas. La ceremonia terminó paseando el pendón de los Avís por la provincia, "puesto" en una lanza.

Mercaderes de toda Europa frecuentaban los puertos de Meça, Azamor, Safi y Salé, abiertos por el Xarife a los cristianos. En el siglo XVI, el topónimo Azamor dejó de aplicarse a un reino, para quedar circunscrito al puerto principal de Marruecos, cerrado a "infieles". Molesto para la historia,  se borró de la geografía americana, con las restantes escalas de “mercadores”, no quedando más huella del reino de Meça que el Río Meta, afluente del Orinoco. Ocupado Tremecén por los turcos, en 1532, adquirieron puertos en Poniente. Poco después los portugueses de la factoría de Meça, mandaron aviso de que se preparaba armada, para saquear las Canarias.

En Meça estaba El Dorado. Pedro de Limpias intentó conquistarlo en 1539. Fracasado, Ordás tomó el relevo, entrando por el Huyapari u Orinoco. Creyendo avanzar hacia el interior, salió al mar frente a Trinidad, por la boca de Cabo Verde. Costeó Porto Santo y la "isla" de “Cáliz” o “Calez”, enclave controlado por andaluces. Haciendo escala en Cumana, siguió a Coro, donde preparó expedición para entrar en El Dorado por el río Oppia, afluente del Meta. Los remontó durante 14 días. Las quillas rozaban el limo, siendo arrastrados los barcos a fuerza de brazos. El nacimiento estaba en un monte. El manantial escupía pepitas de oro, de 22 quilates. Los naturales no le consintieron prolongar la estancia, ni a los castellanos conquistar la tierra. Hábiles en el manejo de la honda, el dardo y la "hierba", los pocos "conquistadores" que portaron por aquella parte, lo hicieron individualmente y de visita, permaneciendo a resguardo de la conquista un reino, que rebasando el Amazonas, se prolongaba hasta más allá del Marañón. En la más pura tradición clásica, quienes lo visitaron dijeron haber encontrado nación de mujeres guerreras, mito popular que dio nombre al río. Se supone El Dorado "hombre de oro", que hizo soñar a los castellanos. En verdad fue topónimo, situado junto al Lago Perimeé. El gobernador de El Dorado, que lo fue en 1569, en Sanlúcar de Barrameda, comprando un barco a medias.

Recibido Manuel I como señor de Meça y Azamor, apremiaba el traslado de la Isabela de Monte Juan. Obligado hacer regresar a Colón a la real gracia, a 23 de abril de 1497, en Burgos, la reina le entregó amplio privilegio. Insertos los anteriores, agregó el de fundar fundar mayorazgo, que abrió al genovés las puertas de la nobleza. El mismo día la reina firmó instrucciones, para el tercer viaje, con perfil de carta puebla. Tras recordar el objetivo prioritario de convertir las Indias, a la verdadera fe, lazo político que a unión los reinos de España , a falta de base cultura común, la "salvación del alma", justificó la destrucción de los cuerpos. A cargo del genovés desmantelar la población que fundó, "cerca" del “ minero del oro”, asentaría "nueva población", en la "otra parte" de la “isla Española”. Difuso el destino de los viejos pobladores, la reina cifró en 330 los que habría de embarcar, formando conjunto equilibrado. Contrataría 100 peones de guerra, 50 labradores y hortelanos, 40 escuderos, 30 marineros, 30 grumetes, 20 labradores de oro, 20 oficiales de todos oficios y 30 mujeres. Hipócritas los tiempos pero no estúpidos, al estar los naturales demasiado enteros, para tomarles sus mujeres por la fuerza, el número indica la profesión ,que habrían de ejercer. Recibiría cada uno con salario de 12 maravedís y una fanega de trigo al mes, repartiéndoles 20 yuntas, vacas, yeguas y asnos, de los que hubiese en Indias, como principio de futura ganadería, con 50 fanegas de trigo y cebada, en calidad de préstamo, para que pudiesen sembrar, a devolver recogida la cosecha, con la carga del diezmo. Despensa de 50 cahíces de harina y 1.000 quintales de bizcocho, se destinaron al plato, a la espera de la primera cosecha.

Llevaron las carabelas provisión de azadas, herramientas e instrumentos de labranza, a repartir entres lo pobladores, a más de piedras de molino, y "aparejos" de tahona. Cuidando la apariencias, se invirtieron 20.000 maravedís en dos tiendas de campo, para alojar a los jefes, a la espera de construir edificios, acordes a su condición. Los artesanos serían objeto de contrato individual, prestando el Almirante atención especial a los sastres, que habrían de prolongar la vida del vestuario. Físico o médico, boticario y eurolario, especialista en vientos, que habría de predecir el tiempo atmosférico, garantizando la cosecha, al ser técnicos de alta calificación, escasos en país subdesarrollado, se buscarían capacitados, pagándoles lo que pidiesen.

No estando los reyes dispuestos a perder un ápice de oro, procedente de rescates, minas y parias, Colón llevó troqueles para acuñar  excelentes "de Granada", moneda de reciente creación y breve vida. No rozó la mente de Isabel la idea de proveer a los pobladores de libros, ni aun de religión, pero sí de “instrumentos de música”, declarados de primera necesidad, por ayudar a “pasar” el tiempo. Escaso el riesgo que ofrecía la travesía del Atlántico, emprendida en el tiempo adecuado, se compró nao vieja para cargar los bastimentos. Desguazada en destino, tablas y clavazón servirían en las obras.

1504 Lo oidores de Ciudad Real. Navegación a Cabo Verde y paz con Francia

Embarcados religiosos, para decir misa en las fiestas de guardar y administrar los sacramentos a los colonos, pero sobre todo, convertirían aborígenes, fueron advertidos que regidos por igual ley que los seglares, el que pisase Indias, de cualquier condición y bajo cualquier contrato, tendría que sacar licencia para ir, pero también para regresar, no pudiendo abandonar el continente sin permiso real, expedido por la autoridad en presencia. No se declaró el bautismo premisa indispensable, para librarse de la esclavitud. Bastaba dar vasallaje a la corona de Castilla, adjuntando promesa de pagar "parias". Los morosos se reconocerían por medalla de latón o plomo, que habrían de llevar colgada al cuello, cuyo cuño cambiaría cada año. Cobradas al principio con suavidad, el moroso sería castigado con pena “liviana”, por no ofuscar a la población.

1497 Los Católicos estancan la orchilla de África

Con poderes para repartir la tierra, elegido el asentamiento, Colón daría a cada poblador solar, para casa con huerto, molinos e ingenios, además de tierras aptas al cultivo de caña dulce, algodón, linares, viñas, árboles, y otros cultivos, con licencia para tomar el agua que necesitasen, de donde quisiese, a condición de no perjudicar a tercero, señalando a los lugares dehesas de "propios" y baldíos comunes, en que los vecinos pudiesen meter el ganado, a la manera de Castilla. Obligado abastecer a los pobladores desde Castilla, el Almirante contrataría barcos privados, que llevasen despensa, herramientas y pobladores de reemplazo, cargando al retorno la cosecha de oro y productos de Indias

En mayo Isabel elevó el número de pobladores a 500. Demasiado caro contratarlos, recurrió nuevamente al “omecillo”. Todo delincuente, hombre o mujer, que viajase a Indias, residiendo dos años a su cuenta, en la nueva Española, seria perdonado de culpa y pena. El 15 de junio, Isabel señaló el grano, destinado a la jornada. Se tomaría de los positos de Sevilla y Cádiz, del que quedase de las tercias de 1496. Temiendo que Colón se eternizase en puerto, en provisión de 22 de julio, la reina fijó fecha tope de partida. El grano destinado a las Islas de Indias, tendría que estar fuera del reino, en un plazo de 5 meses, lo que obligó a Colón a zapar en el otoño.

El enojoso final de Monte Juan, su coincidencia con la entrada en vigor del Tratado de Tordesillas, las idas y venidas de transportes de bastimentos, imposibles de no conocer maestres y pilotos el camino de las Indias, hubiesen dado al traste con la leyenda, de no haber sido silenciado. Fernández de Oviedo, artífice de la historia oficial, afirma que entre el segundo y el tercer viaje de Colón, los pobladores de Isabela permanecieron aislados, encontrándolos el fundador tan mermados y macilentos, que para evitar despoblación hubo de mandar tres carabelas a Castilla, en busca de renuevo. Regresaron con 300 condenados a destierro. Hemos de admitir que el fin de los residentes en la Isabela , próxima al “minero de oro”, no está claro, siendo significativo de respeto que manifestó la reina, hacia los difuntos. Mandó pagar a los herederos de Abad Gallego y Andrés de Salamanca, los toneles y pipas que les fueron embargados, por emigrar a Indias sin licencia, siguiendo orden general de cumplir las últimas voluntades de los emigrantes castellanos fallecidos, aunque no hubiesen sido registradas en protocolo de escribano. Para velar por el cumplimiento, nombró responsable en Castilla a vecino de Sevilla. Y en Indias a Juan de León, residente en Isabela.

Monopolio de la corona desde 1492, metales y piedras preciosas, en 1497 se incorporó la madera de brasil, el índigo, los múrices o conchas de la púrpura y la orchilla, cosechada en las “partes” de "África", comprendidas en "nuestra conquista", que eran la Mar Pequeña , Tagaoz, Cabo de Aguer y Canarias. Muerto Gutierre de Cárdenas, el monopolio de la orchilla de las tres "islas" mayores, revirtió a la corona, siendo ampliado a las islas y los "rescates", de la Mar Pequeña y Torre de Santa Cruz.

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