El último tratado

Muley Baudalá Abdalí, rey de Tremecén, perdió Mazarquivir y Orán, a manos de un sobrino. Mandando a embajador, que desembarcó en Cartagena, con regalo de 130 cautivos cristianos, 22 caballos encubertados de grana y oro, juego de ajedrez, gallinita morisca con pollos, león manso "pequeño", doncella blanca y hermosa, de sangre real, 60.000 doblas, cadenas, manillas y piedras de oro, con otras menudencias, ofreció vasallaje a Fernando, a cambio de ayuda, dándole tratamiento de rey de Granada. De resultas Fernando se hizo con Orán, Trípoli, Bujía y probablemente Mazarquivir. En septiembre de 508, el capitán Pedro Navarro, ocupó Peñón de Vélez. Se sitúa al oeste de Cazaza, frente a Tabarca, en la frontera de Túnez. Instalada población en el peñote, guarnición y artillería, estaba tan cerca, que las pelotas caían en el centro de la capital del reino. El Peñón pertenecía al pequeño reino de Vélez, controlado por Turquía, homónimo de Vélez americano. Aparece como banda de tierra, al oeste del Lago de Maracaibo. De límites indefinidos, partiendo del mar penetra en el interior, siguiendo el Magdalena.

Estando el Peñón en la "conquista" de Portugal, la protesta de Manuel I fue inmediata. Se excusó Fernando, alegando que los de Vélez hacían muchas "fustas", indicio inequívoco de abundancia de madera, capturando pueblos enteros en la costa de Granada, mal menor, pues el más grave era el riesgo de que una población, convertida a contrapelo, se uniese a los invasores, abriéndose al Islam. Al argumento bélico - moral, Fernando sumó el jurídico: independiente el reino de Vélez, al no estar comprendido en el de Fez, no pertenecía a la conquista de Portugal, supuesto contemplado antes de proceder a ocupación, a la que siguió importante inversión, destinada a introducir pobladores y dotar el sitio de pobladores e instalaciones militares.

Comprendiendo la inconsistencia de la política de los hechos consumados, encomendó la negociación a Ochoa de Issasaga, hombre de Castilla en Portugal, que ejercía como tesorero la reina, hija del Católico. Avispado y buen psicólogo, sabiendo que la adversidad debilita al hombre, aguardó a que la noticia de haber cercado los moros Arzila, fuese comunica a Manuel I, para darle el recado de Fernando. El portugués dejo caer que podría renunciar al Peñón, de recibir contra oferta tentadora. Tomando la respuesta por signo de debilidad, el Católico se endureció: no habría trato sobre el Peñón, en tanto Portugal ocupase territorio de Castilla, en el otro extremo de su conquista, alusión al Cabo de Aguer que molestó a Manuel I.

Estando lo uno y lo otro en su conquista, amenazó con recurrir a más altas y peligrosas instancias, exabrupto mitigado de inmediato, recordando el lamentable final de la demanda, puesta por Juan II en Roma, en 1490. Queriendo suavizar, Fernando, mintió con aplomo escolástico. Adscrito el Cabo de Aguer al almojarifazgo de Sevilla y la Casa de la Contratación , no podía cederlo de su voluntad, por estar sujeto a dictamen del Consejo. En un tiempo en que la legalidad vigente, dependía de la voluntad de las testas coronadas, Manuel I no tomó en cuenta el pretexto, limitándose a replicar que una ves restituido el Peñón, se podría regresar a Tordesillas, formando las comisiones que quedaron pendientes, buscando las fronteras del reino de Fez, para delimitar las conquistas.

Sin hacer referencia al deslinde, Fernando aceptó negociar nuevo tratado, que sería el último "americano”. En el otoño de 1508, el portugués ofreció ceder a Castilla el Peñón de Vélez, con la costa hasta Melilla, a condición de que Juana I, a través de Fernando, renunciase a todo derecho y enclave en la Berbería , de los cabos de Bojador y de Naam, principio de las “marcas” de Guinea, hasta el Cabo de Aguer. Saliéndose por la tangente, el Católico denunció fortaleza construida en el Cabo, sin su consentimiento ni conocimiento. Pudo ser construida por el rey de Portugal, tras haber tomado posesión de Meça y Azamor, en 1497, o por Juan de Guzmán en 1506, tras tomarla de Gugarti.

En este punto, Manuel I se negó a continuar las conversaciones. Estando sin delimitar la frontera de Fez, por la parte del Cabo de Aguer, pero pero lejos del reino de Vélez, no estaba dispuesto a consentir que el Peñón se convirtiese en arma de chantaje. Iluminado Ochoa, señaló que seguir reconocimiento minucioso, Portugal podría salir escaldado, al caer algunas de sus fortalezas, en la "conquista" de Castilla. Negó el portugués la eventualidad, pero al no estar seguro de que no fuese cierto, al no haber sido sus pasados y vasallos escrupulosos, en cuestión de lindes, apuntó que si Fernando hacía propuesta aceptable, en firme y por escrito, se podría llegar a un acuerdo. Fiando en su poder de persuasión, el Católico citó al colega, en la frontera de Badajoz. Dejando a la reina Germana con el hijo en Cáceres, se presentó en el real de Manuel I a lomos de mula, seguido de séquito escueto, ataviado con ropa de viaje, haciendo gala de modestia, que facilitó el acuerdo.

Ultimado a 26 de diciembre, a indicación del yerno, Fernando reconoció el derecho de Portugal al Peñón de Vélez de la Gomera y mares “adyacentes", agradeciendo que le fuese cedido, en atención al daño que zarpando del peñote, causaban los “moros de África”, en la costa andaluza. En justa compensación, el Católico renunció a cuantos derechos tuviese la reina Juan, en los términos del Cabo de Aguer. La torre de Santa Cruz en la Mar Pequeña , construida por el gobernador de Gran Canaria, en 1496, se adjudicó a Castilla, a condición que desde su puerto se navegase mar adentro, no a lo largo de la costa, en dirección a Cabo de Bojador o a Levante; la torre de Santa Cruz de Inés de Peraza, sin valor ni utilidad, según los castellanos, que estaba a la parte de Cumana y Calez, en término de Hierro, quedó a Portugal, sirviendo de mojón por caer en la linde. A barlovento de Paria Gomera y Hierro, fueron agregadas a la conquista portuguesa. Justificando que los Lugo se sucediesen en Indias, apareciendo Herreras en tierra del Xarife. Firmado el tratado de Cintra a 18 de septiembre de 1509, las cuestión de las fronteras se consideró solventada sobre el papel, pero no en los hechos, pues lo castellanos continuaron adjudicándose territorios de Portugal y viceversa.

Por una vez, el acuerdo entre reyes no perjudicó a los vasallos. Castellanos y portugueses pudieron pescar, saquear y comerciar en tierra de moros, penetrando indistintamente en aguas y puertos de ambas conquistas, a condición de pagar los debidos derechos. De construir fortaleza, fundar lugar o adquirirlo, por cesión de los moros, los reyes cristianos fijarían las mismas tasas, que cobrase el rey de Fez y Marruecos, a los cristianos, en la rada más próxima. Autorizados españoles y portugueses a sacar oro, plata, caballos y mantenimientos, habrían de cargar y descargar en puerto de Indias o en las plazas de Manuel I, “comarcanas” de Allende, respetando la prohibición de vender, a los moros, grano, armas, pólvora, herramientas y materias primas, útiles en la guerra. Ratificado el acuerdo a 14 de noviembre de 1509, cerró la serie de los que tocaron a unas "costas de África", que fueron las de América. Al topónimo Cabo de Aguer o de Guee, se antepuso el "Santa Cruz", atribuido a Cabral, titulándose Manuel I rey de los "Algarves de aquende y allende mar en África, señor de Guinea, de la conquista y navegación y comercio de Etiopía, Arabia, Persia e India”, como señor de la costa de Berbería, hasta los cabos de Bojador y Nam, las islas, la ciudad de Çafi y otros castillos de los "moros", a los que renunció Fernando, en nombre de Juana, reina de las “Islas de Canaria, Indias y Tierra Firme del Mar Océano”.

Al margen del cambio, los canarios continuaron sacando armadas de primavera y otoño, para cazar negros infieles en Berbería. Alonso de Lugo, Adelantado de las Canarias, gobernador y justicia mayor de Tenerife y San Miguel de la Palma , Capitán General de la Berbería , "del cabo de Aguer hasta el de Bojador, por la reina" y capitán de la Mar Pequeña , cansado y retirado, en julio de 1509 convocó escribano a su casa de San Cristóbal, traspasando a su primogénito, Pedro Hernández de Lugo, la mitad de la “capitanía” de la Mar Pequeña y de la "conquista” de Berbería, con torres, fortalezas y poblaciones, con la mitad de tenencias, parias, quintos y botín, tanto en población como en el campo, por ser costumbre de los  “aláraves", vivir desperdigados en chozas. Autorizado a poblar y recibir poblaciones, de dárselas los moros, no podría hacer la guerra, sin permiso previo del padre.

Revestido de la autoridad del medio cargo, Pedro arrendó carabela, matriculada en el Puerto de Santa María, que estaba en Santa Cruz, para tomar posesión. El propietario, que navegaba como maestre, la dio en la condiciones habituales: "estanco" y bien ensebado el casco, aparejos cumplidos, tripulación cumplida, batel para bajar a tierra, "grasante ardiente", sal, leña, fuego y agua mientras durase el viaje ,"según costumbre de mareantes". Pedro puso piloto, comida y vino, para tripulación y pasaje. Fijado el arriendo en 15.000 maravedís mensuales, lo haría efectivo al regreso, fondeado el barco en el puerto de Santa Cruz, “de esta Isla de Santa Cruz". Siendo su primer viaje como gobernador, Pedro llevó todos los "esclavos moros de rescate", que había en Tenerife. En 1510, vigente el tratado de Cintra, Pedro de Lugo participó en las dos armadas, arrendando sendas carabelas para "saltear tierra de moros", que exigieron 12.000 y 15.000 maravedís respectivamente. Al año siguiente se desató la campaña judicial, contra el patriarca de los Lugo. No la sobrevivió. Fallecido en 1513, legó trampas y enredos su viuda, Beatriz de Bobadilla, señora de la Gomera , en representación de su hijo menor, Guillén de Peraza.

Continuas las incursiones de canarios en su "conquista", Manuel I , en carta de marzo de 1510, recordó a Fernando que Tagaoz pertenecía a su conquista, advirtiendo que caballero de su casa, con nombramiento de factor, navegaba hacia el Cabo de Aguer, con mujer e hijos, lo que debía avisar a su gobernador en las Canarias, prohibiéndole atacar al navío, lo que haría sin duda por propia iniciativa, de no ser controlado. Debía ser el tal Joâo López de Sequeiras. Desembarcado en Tagaoz, en el reino de Meça o Mesa, anunció a los vasallos de Manuel I llegada de 50 caballeros portugueses. Instalados en la Casa de Agadir, propia del rey de Portugal, velarían por la seguridad de la provincia y sus habitantes. Atendiendo a los poderes y carta del rey, al expresar el factor la intención de hacer fortaleza, los de Meça vencieron la resistencia de los judíos, repartiendo "jarras de vino". Indignados los musulmanes del entorno, vasallos del Xarife, declararon la guerra a los de Portugal, entrando en su tierra para "robarles los hijos".

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